lunes, 30 de mayo de 2011

Me dieron 50 horas por Este (tanto tiempo, qué nostalgia!)

Seminario Juan Iñigo Carrera. Trabajo final.

Cambios en la dinámica de acumulación de capital en Argentina: la relación entre el Estado y la industria siderúrgica nacional (1989-2010)

1. Planteo del problema

Durante los últimos años han surgido encarnizados debates en torno a la existencia o no de un modelo de acumulación propio del momento nacional actual, que han puesto en el centro de la escena la discusión sobre si es posible revitalizar el desarrollo industrial argentino. La discusión ha partido aguas en el campo académico, y sin embargo, se ha investigado poco sobre la composición de capital de los distintos sectores manufactureros y la posibilidad real de desarrollar un proyecto industrialista con base en el capital local. Para entrar en este problema, proponemos el estudio histórico de la relación entre el Estado y el sector siderúrgico. Buscaremos con esta investigación dar respuesta a la pregunta-problema que motivan el proyecto: ¿Cuáles son las transformaciones productivas específicas del período abierto en 2001? ¿Sobre qué se erige la nueva competitividad exportadora de las principales empresas del sector[1], ¿Cuál fue el rol de las promociones y subsidios estatales durante el período 1989-2001? ¿Se transformó ese rol? ¿Qué papel cumplen las distintas formas de distribución de la riqueza hacia este sector productivo en la conformación de su tasa de ganancia y de la nueva competitividad exportadora?[2] ¿Qué nos dice el desempeño del sector sobre los cambios en la estructura social y su dinámica actual?

2. Introducción: el estudio de las relaciones entre la industria y el estado

2.1. El vínculo entre “lo político” y “lo económico”. Preguntarse por el rol que cumple el Estado en la acumulación de un sector específico es interrogarse concretamente por la relación entre las relaciones jurídicas y políticas y las relaciones económicas. Podemos reconocer una serie muy basta de antecedentes que aluden a esta discusión, sobre todo dentro de los autores marxistas y del propio Marx. Tal vez la mención más nítida en torno a este tema, y de la cual se han agarrado un número importante de autores para justificar sus propios puntos de vista, se encuentre en el Prólogo a la Contribución a la crítica de la economía política de 1857. Allí Marx hace mención a dos ideas que nos parecen centrales para estructurar el debate. La primera es una alusión a lo metodológico, que indica que para llegar a los “resultados” a los que llega Marx siguiendo el desarrollo de las determinaciones que describe en su obra el lector deberá remontarse desde lo particular hacia lo general. La otra alusión fundamental expresa que “tanto las condiciones jurídicas como las formas políticas no podían comprenderse por si mismas (…), sino que, por el contrario, radican en las condiciones materiales de vida” “[es menester] buscar la anatomía de la sociedad civil [la totalidad de las condiciones materiales de vida] en la economía política”. Marx lanza así el resultado general de su investigación: las formas jurídicas y políticas no pueden comprenderse por separado de las “condiciones materiales de vida”. Hasta aquí no ha dicho otra cosa que, por ejemplo, el derecho no puede ser entendido como expresión ideal del espíritu humano, como producto voluntario de la ciencia y la razón. Hay que avanzar sobre esta explicación y Marx continúa: “en la producción social de su existencia, los hombres establecen determinadas relaciones sociales, necesarias e independientes de su voluntad (…) que corresponden a un determinado estadio evolutivo de sus fuerzas productivas materiales. La totalidad de esas relaciones de producción constituye la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la cual se alza un edificio jurídico y político y a la cual corresponden determinadas formas de consciencia social. El modo de producción de la vida material determina el proceso social, político e intelectual de la vida en general”. Tal vez sea este el párrafo más polémico de la obra de Marx. Es claro que un gran número de “controversias” se desataron en torno a cómo interpretar que el edificio jurídico y político (Uberbau traducido comúnmente como superestructura) es determinado por “la economía”. Dentro de los autores marxistas, el debate dio lugar a un gran número de visiones que buscaban “explicar” cómo había momentos en los que la superestructura determinaba la estructura, cómo en realidad era una relación “dialéctica” de sobredeterminación, o que, lo que sucede es que la base real determina la superestructura jurídico-político-ideológica, pero no tanto, ya que existe un grado relativo de autonomía de lo político[3].

Una lectura contemporánea a la de Marx en torno a este problema es la de su colaborador F. Engels, quien expresa sintéticamente su propia visión en una serie de cartas a contemporáneos[4]. Para Engels, mientras que la economía es el factor determinante en última instancia, las formas que adoptan los distintos procesos históricos actúan como determinaciones de forma[5]. Esta posición parece moverse dentro del planteo original de que toda forma jurídica o política expresa el contenido de una necesidad de la organización del proceso de vida de la humanidad. Engels sin embargo se arroja a explicar que esto sucede porque este proceso “es un juego mutuo de acciones y reacciones entre todos estos factores, en el que, a través de toda la muchedumbre infinita de casualidades (es decir, de cosas y acaecimientos cuya trabazón interna es tan remota o tan difícil de probar, que podemos considerarla como inexistente, no hacer caso de ella), acaba siempre imponiéndose como necesidad el movimiento económico”. De modo tal que la realización de una necesidad bajo una forma concreta se ve reducida al “movimiento económico” haciéndose lugar entre la casualidad, y decidiendo el rumbo de la historia “en última instancia”. La consciencia y voluntad de los hombres, entonces, no juega un rol mayor que el de colisionar mutuamente y producir un evento histórico que existe sin consciencia y voluntad[6]. De alguna manera, Engels termina contrariando el punto según el cual la consciencia y voluntad de los hombres es el modo concreto en como se organiza el trabajo social, es decir, que la organización del proceso de metabolismo social es producto de la consciencia y voluntad de los hombres, pero no de una consciencia libre, sino de una consciencia cuya libertad es expresión de su enajenación en el Capital[7].

Existen casos de teóricos más cercanos en el tiempo que han trabajado el tema del Estado y la relación con la “sociedad civil” o la economía. El caso de Althusser es interesante porque lleva los planteos de la relación entre la superestructura y la estructura a un punto límite en términos de disociación. Si según Marx la consciencia de los seres humanos es la forma concreta que adopta el ser social (el proceso de vida o metabolismo social de la humanidad), para Althusser, la consciencia de la fuerza de trabajo no es sólo involucra la formación para dominar la técnica, sino también “la sumisión a la ideología dominante”[8]. Luego de este planteo estamos a sólo un paso de afirmar que la superestructura (la ideología, el Estado, el derecho) tiene una relación de sobredeterminación con la estructura (la economía), que es una forma diferente de expresar que no existen determinaciones claras y que por lo tanto, las distintas “esferas” mantienen una relación de autonomía mutua.

A efectos de nuestro propósito en este trabajo, es interesante revisar cómo la economía política clásica ha tratado este problema. Para comprender el punto de vista de Smith y Ricardo hay que partir de la base de su concepción del sujeto: “los sujetos de la economía política clásica son personas libres que, como tales, asignan su capacidad de trabajo social por su cuenta y riesgo, pero que, al mismo tiempo, sólo realizan trabajo inmediatamente social pese a carecer de todo vínculo personal directo entre sí”[9]. Esta contradicción se esconde detrás de la idea de que el valor de la mercancía es expresión inmediata del tiempo de trabajo en ella objetivado, y por lo tanto, de la naturalización de la forma mercantil, y la construcción de un mito para avalar esa naturalización. La concepción del sujeto como un sujeto independiente que actúa por interés propio y de esta manera realiza el interés colectivo (la organización del trabajo social), conduce de manera lógica a criticar cualquier agrupamiento que se interponga en el choque de subjetividades que produce la armonía social. La máxima expresión de esta interferencia exterior es, en Adam Smith, el Estado, de modo tal que la Economía política clásica poco contribuye a entender el vínculo entre esta expresión de la relación social general y los agrupamientos empresariales, es decir, la expresión política de la acumulación de capital. Así tampoco lo hace su nieta moderna, la economía neoclásica, que constituye meramente una ficción burda sobre el funcionamiento de la sociedad, y retrocede varios pasos en encontrar determinaciones al tirar por la borda la noción de valor-trabajo y atribuirle a las mercancías intercambiabilidad por su utilidad y escasez natural.

2.2 El caso nacional. El desarrollo industrial argentino se inicia incipientemente con la inserción del país en la división internacional del trabajo de la mano de la producción de bienes agropecuarios, que crece de forma expansiva desde los años ´30, dando origen al gran período de industrialización por sustitución de importaciones. Sobre su especificidad, es decir, lo que distingue su dinámica de la del desarrollo industrial de otras naciones, existe una copiosa literatura. Por la década del ´60 surgen caracterizaciones de la dinámica económica argentina como un ciclo de stop and go (O´Donnell, 1977) en el que el desarrollo del sector manufacturero se encuentra sujeto a los cuellos de botella generados por la acumulación en el sector agrario. Las crisis recurrentes ocasionadas por la saturación del balance de pagos, generaban un crecimiento económico con forma de serrucho, característico de lo que Marcelo Diamand llamó una estructura productiva desequilibrada (1973). Esta situación se habría mantenido, según esta línea de pensamiento, hasta los años setenta, donde las grandes transformaciones en la escala productiva nacional hicieron emerger teorías sobre un nuevo modo de acumulación, basado en la valorización financiera, cuyo origen habría sido la revancha clasista de los sectores de capital concentrado (Basualdo, 2002). Este enfoque general, desde distintas visiones, se concentra en explicar las transformaciones en la formación económica argentina como producto, o bien de proyectos internos antagónicos (luchas entre fuerzas sociales), o bien como una combinación de factores internos y externos que explicarían los derroteros de la historia nacional. Para estas visiones, el Estado es el lugar privilegiado desde el cual se aplican los planes con un cierto nivel de autonomía sobre sus “condicionamientos económicos”.

Desde otro punto de vista, la especificidad de la acumulación del capitalismo argentino ha sido analizada por Juan Iñigo Carrera, en su estudio sobre la formación económica de la sociedad argentina (2007). Este trabajo demuestra el rol determinante de la renta agraria y sus formas de distribución en el desarrollo industrial argentino: en lugar de ser la producción agraria el límite del desarrollo industrial nacional, la obtención estatal de plusvalía mediante apropiación de renta de la tierra, y sus distintas formas de distribución, constituyen la variable principal para entender la acumulación de capital a escala local. El Estado no aparece aquí como un sector de poder desde el cual se impulsa un plan económico, sino cómo la forma general en que las determinaciones concretas de la acumulación de capital se realizan.

Desde el período abierto por la crisis nacional de 2001, el movimiento de la sociedad argentina ha dado lugar a un nuevo contexto de acumulación de capital, que revitalizó el debate sobre la existencia de modelos de acumulación posibles o existentes y antagónicos (Basualdo 2006; Katz, 2010). El surgimiento del debate se encuentra fuertemente vinculado a las dimensiones sociales del fenómeno económico, donde el gobierno recupera a nivel discursivo el ideario del desarrollismo, y del modelo productivo industrialista, a su vez asociado con distintos derroteros del peronismo. Dentro de este amplio debate se han instalado posiciones de las más variadas, en un arco que va desde la defensa del pequeño capital hasta el escepticismo generalizado sobre la posibilidad de una reestructuración económica con base nacional. Si bien la existencia de un “modelo de acumulación neoliberal” aparece muchas veces incuestionada en la una parte de la bibliografía sobre el tema[10], existen visiones que describen el momento actual como una etapa de mayores continuidades con los años noventa que rupturas (Aspiazu y Schorr, 2010) mientras que planteos como el de Schvarzer (2008) señalan la diversificación de exportaciones, que no ha sido objeto de muchos estudio, como un aspecto particular de la etapa, distanciándola también del modelo de sustitución de importaciones -registrado a grandes rasgos y en distintas etapas en el período abierto en 1930 y cerrado hacia los años setenta-. Otro enfoque, contrapuesto a este, tiende a remarcar que la emergencia de una economía nacional autónoma sólo puede basarse en la competitividad exportadora a escala mundial, y a señalar que la escala argentina es poco significativa (Sartelli, 2007). A pesar de estas diferencias, se extiende usualmente la contraposición entre el período de fuerte desindustrialización abierto en 1976, profundizado en la década de los noventa por la privatización de las más importantes empresas estatales, la “corrida del estado”, la paridad uno a uno del peso con el dólar, la creciente extranjerización, -“modelo financiero y de ajuste estructural” (Aspiazu y Schorr, 2010) - y uno posterior de mayor presencia estatal, defensa del pequeño capital, y productivismo basado en la competitividad cambiaria, al que se ha calificado como proyecto “neodesarollista” (Katz, 2005). El panorama actual revitaliza la discusión con los teóricos del estructuralismo de la década del sesenta. Parte del análisis actual estriba en ver en qué medida las transformaciones productivas del período posterior al 2001, que conllevaron a un nuevo crecimiento absoluto del pequeño capital y del capital concentrado a escala local, revitalizan conceptualizaciones sobre estructura social emergentes en tiempos de la sustitución de importaciones, y en qué medida se trata de una economía cuya base es abiertamente diferente y convoca a una nueva conceptualización. Es vital para el debate recuperar la discusión mencionada más arriba sobre la especificidad del capitalismo argentino y el rol que la renta agraria cumple en el desarrollo industrial hoy día. Otra parte consiste en ver en qué medida la relación entre el Estado y la industria se ve alterada. Cambios en la dinámica de acumulación local conllevan cambios en la forma en que esa acumulación se realiza en la relación social del Estado. Lo que se altera al transformarse la dinámica de acumulación es la forma en que se traba la relación del Estado con las distintas clases sociales, particularmente bajo la forma de los mecanismos que aparecen para la transferencia indirecta de plusvalía de una clase a otra. Entendiendo estos mecanismos generales como un modelo de acumulación, más o menos cambiante o inestable, es que nos proponemos indagar sobre la relación fundamental entre el Estado y el sector productivo.

2.3. El sector siderúrgico en Argentina. Sobre el sector siderúrgico existen una serie de trabajos que constituyen una importante base bibliográfica. Entre estos destacan los estudios de Bisang, que analizan la base sobre la cual la industria siderúrgica pudo volverse competitiva a escala internacional durante los años ochenta (Bisang y Chidiak, 1995; Bisang y Gutman, 1989, Bisang 1990), y propone una periodización para el sector que incluiría una fase mercado internista y una fase de exportaciones masivas. A estos trabajos se les suma un número de publicaciones en revistas y papeles de trabajo en torno a la exportación de metales básicos (Jerez, 2008), y las etapas de desarrollo de este sector industrial (Kollman; 2003). Este último estudio, intenta otra periodización del desarrollo siderúrgico que contribuye al análisis de las estrategias del capital con base local para adaptarse a contextos macroeconómicos cambiantes. Por último, entre la bibliografía crítica se encuentra el trabajo de Kornblihtt (2008), concentrado en Siderca, empresa del grupo Techint, para el período de 1950-2006, que permite problematizar la existencia del capital monopólico en la producción de tubos sin costura, ya que presenta al monopolio local como la forma de la competencia internacional, -y por lo tanto cuestiona una serie de lecturas parciales sobre la acción de los grupos económicos y su rol en la economía local-, y abre vías de investigación en torno a la existencia del pequeño capital (aquel que se reproduce por debajo de la tasa de ganancia media) en ramas que en su apariencia revisten el carácter de “grandes capitales”. Finalmente, un balance centrado en la utilización de la capacidad instalada de la producción siderúrgica hasta 2004 y de aluminio se encuentra en Schvarzer y Papa (2005).

Nos interesa en particular el sector siderúrgico, por su larga trayectoria y las transformaciones registradas en el mismo desde el surgimiento de la industria productora de metales básicos a nivel local (su desarrollo interno, la explosión exportadora, y específicamente la etapa de privatización y fusión con grandes capitales extranjeros). En efecto, se trata de un sector que produce valores de uso que no están ligados a la producción agraria, donde Argentina no posee ventajas comparativas vinculadas a la fertilidad del suelo. A su vez, la siderurgia registra una constante relación de asociación con el Estado, ya sea por inversiones conjuntas, la propiedad estatal de empresas históricas, los subsidios y promociones, o los beneficios exportadores. Además, el mercado siderúrgico ha sufrido abruptas transformaciones en el proceso productivo desde los años ochenta y grandes movimientos de concentración a nivel internacional desde los noventa (Kollman, 2003; Kornblihtt, 2008). El período en cuestión de nuestra investigación (1989-2010) resulta interesante a la luz de que, todo a lo largo de él, es decir, sobre distintas bases, la producción siderúrgica mantuvo saldos exportadores elevados -ganando presencia mundial-, que le permitieron hacer inversiones de capital inéditas para su desarrollo histórico, y que se reiteran en contextos macroeconómicos profundamente distintos, siendo de las pocas manufacturas con alto valor agregado exportadas desde el país. Nos concentramos de manera particular en ésta última etapa por creer que allí se encuentran claves para estudiar los cambios de modelos de acumulación, que podrían implicar relecturas parciales de la historia nacional.

2. Objetivos

El objetivo general de nuestro trabajo aportar a la comprensión del vínculo entre las relaciones económicas y las relaciones políticas, estudiando qué rol juega el Estado en la dinámica de acumulación de determinados sectores productivos. Con especial interés, buscamos hacer un panorama general de los cambios dentro de las formas concretas de acumulación a lo largo del período en cuestión y el rol de las transferencias estatales a la industria siderúrgica (ya sea en la forma de promociones, subsidios, sobreprecios, o cualquier otra). Los objetivos específicos de esta investigación son:

a) Reconstruir las transformaciones productivas (es decir, empresariales, del proceso de trabajo, innovación en maquinaria) del sector siderúrgico para el período 1989-2010.

b) Indagar acerca de los cambios en la vinculación entre los capitales privados actuantes a escala local y los capitales trasnacionales del sector en cuestión.

c) Cuantificar el peso de las transferencias estatales en la acumulación de capital en la siderurgia.

d) Establecer la forma en que esas transferencias van cambiando y el origen de los montos transferidos.

e) Describir y analizar los cambios en la estructura de propiedad de las principales empresas del sector.

f) Ponderar el nivel de concentración y centralización de los capitales del sector a nivel local y en el mercado mundial.

Como hipótesis mantenemos que:

- Los capitales actuantes en la rama han sufrido un fuerte proceso de concentración y centralización producto del incremento de las exigencias por competividad, resultado de la apertura económica acontecida durante los años 90.

- Los mecanismos de transferencia desde el Estado al sector siderúrgico se han transformado al ritmo de los cambios macroeconómico (precio del dólar, exportaciones agroindustriales, deuda externa).

- La constitución de la tasa de ganancia normal para estos sectores depende de los subsidios estatales para mantenerse competitivo produciendo localmente. En otras palabras, los subsidios no hablan de una industria parasitaria, rentística, que no invierte ni compite, sino que son la condición de su competitividad.

Actividades y metodología:

Existen dos niveles de análisis que se desprenden de los objetivos específicos de la investigación propuesta, y que aluden a dos momentos distintos de la estrategia metodológica adoptada. Una tarea fundamental será el estudio teórico sobre los distintos enfoques en torno al vínculo entre el capital o las clases sociales y el Estado, para conformar un marco teórico adecuado para enfrentar el estudio de caso como una forma particular que adopta de la reproducción material del modo de producción a escala local. Un segundo momento del análisis debe estar concentrado sobre la especificidad de la producción industrial argentina, concentrándonos específicamente en la siderúrgica: la historia del sector en clave de emergentes y desarrollos tecnológicos, el estudio específico de las unidades productivas más importantes, la especificidad de los valores de uso producidos, las regulaciones, incentivos o desánimos estatales, el desempeño histórico de los saldos exportables y comercializables localmente, las instituciones representativas del interés corporativo, el rol de las promociones y subsidios estatales en el desarrollo de la rama, y los efectos del cambio en esta relación de transferencia de riquezas. Se impone entonces un estudio descriptivo-histórico, concentrado principalmente en el período 1989-2010, que abre perspectiva de análisis de esa relación particular. Para llevar adelante el trabajo se utilizarán datos primarios y secundarios.

Las tareas vinculadas a los objetivos específicos son:

a) Relevamiento crítico de la bibliografía pertinente sobre el funcionamiento del modo de producción capitalista y el rol del Estado en la acumulación de capital.

b) Relevamiento crítico de la bibliografía más relevante en torno al modo de producción capitalista en la sociedad argentina y su movimiento.

c) Revisión sobre los principales enfoques en torno a los cambios en los modelos o patrones de acumulación en la historia nacional, especialmente desde finales del último siglo.

d) Procesamiento y análisis de los principales indicadores y datos socio-económicos sobre la evolución de la formación económica de la sociedad argentina, prestando especial atención a las transformaciones del sector manufacturero desde la década de los noventa hasta la actualidad.

e) Revisión crítica de la bibliografía especializada sobre la historia y determinaciones concretas de la siderurgia nacional.

f) Procesamiento y análisis de los principales indicadores y datos socio-económicos sobre el mercado internacional de la siderurgia (principales empresas, mercados importadores y países exportadores, sectores importadores, tasa de ganancia).

f) Elaboración y análisis de datos sobre la producción de metales básicos, desempeño de las principales unidades productivas del sector, tasa de ganancia, innovaciones y aplicaciones tecnológicas, acuerdos salariales, montos y tipos de subsidios y promociones recibidos desde el Estado.

g) Trabajo con fuentes primarias sobre legislación laboral y empresarial que afecte el sector siderúrgico, convenciones y regulaciones e incentivos estatales, y los cambios en los mismos, particularmente para el período 1989-2010.

h) Análisis y elaboración de informes parciales y final basándonos en el trabajo de los puntos a, b, c, d, e, f y g.

Bibliografía

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Sartelli, Eduardo (2007) “La plaza es nuestra”, Buenos Aires, Ediciones ryr.

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[1] En la actualidad, la producción de metales básicos en Argentina se encuentra concentrada mayormente en tres empresas: Aluar, que monopoliza la producción local de aluminio, Acindar -controlada por Belgo Mineira, que forma parte del grupo Arcelor Mittal- y el Siderar, en la producción de tubos sin costura (Grupo Techint).

[2] Una serie de interrogantes asociados a estos giran en torno a: ¿Qué formas de propiedad existen para las empresas más importantes del sector? ¿Se trata de monopolios locales que compiten internacionalmente? ¿Se trata, entonces, de una burguesía nacional, de una burguesía transnacionalizada que produce a escala local, o existe otra cosa?

[3] El objetivo de esta parte del proyecto es instalar un número de visiones distintas en torno al problema general del vínculo entre las relaciones políticas y jurídicas y las relaciones económicas. La pregunta que no abrimos aquí es aquella de qué expresan las distintas visiones que encontramos dentro de la ciencia que se encarna de analizar las relaciones de producción actuales estudiando la mercancía. Para esto “Conocer el capital hoy. Usar críticamente El Capital, Vol. 1”, Juan Iñigo Carrera, Imago mundi, Buenos Aires, 2007. La postura nuestra coincide con la del autor en que el problema está en interpretar la obra de Marx, y no en reconocer las determinaciones en su propio desarrollo, que el propio Marx trató de hacer visibles.

[4] Por supuesto, siempre al hacerlo involucra a Marx en sus planteos.

[5] Engels, “Carta a Bloch”, Sep, 1890. La frase textual es: “[E]l factor que en última instancia determina la historia es la producción y la reproducción de la vida real. (…) La situación económica es la base, pero los diversos factores de la superestructura que sobre ella se levanta --las formas políticas de la lucha de clases y sus resultados (…), las formas jurídicas, e incluso los reflejos de todas estas luchas reales en el cerebro de los participantes, las teorías (…) , las ideas religiosas (…) - ejercen también su influencia sobre el curso de las luchas históricas y determinan, predominantemente en muchos casos, su forma”. Itálicas en el original.

[6] Ídem.

[7] Problemas similares pueden encontrarse en marxistas cuya tarea política inmediata los llevaba a realizar planteos en los cuales la consciencia revolucionaria debía ser puesta en el proletariado de manera más o menos “exterior”. La tesis clásica de Lenin, según la cual el desarrollo de la consciencia de los obreros sólo puede extenderse de manera natural hasta el sindicalismo, y que por lo tanto, la consciencia revolucionaria debe ser implantada allí desde los sectores revolucionarios de la pequeña burguesía, así como ciertos planteos de Gramsci sobre el problema del “voluntarismo” y del “ideologismo” adolecen de las mismas inversiones. Similar es el problema de Trotsky en “El programa de Transición”, donde se expresa que las condiciones materiales para la revolución se encuentran dadas, ya que el capitalismo ha dejado de desarrollar fuerzas productivas (¡!) pero que si la revolución no sucede es por las dirigencias parasitarias y burocráticas tanto del estalinismo como de la socialdemocracia europea. La tarea consiste entonces en desarrollar la consciencia revolucionaria de los obreros y sus organizaciones políticas (la IV internacional), todo lo que caería dentro de las relaciones de producción, para que el capitalismo, en crisis crónica, estalle. De fondo, podríamos decir que todos estos planteos necesitan recurrir a la imagen de una consciencia autodeterminada, pasando por el pésame de las determinaciones históricas y materiales. La consciencia, o existe de manera libre –entonces estamos en terrenos del idealismo, en el cual la consciencia debe y puede ser algo distinto de lo que es por fuerza de voluntad- o se encuentra determinada, entonces hay que buscar su determinación, donde también pueden existir explicaciones idealistas. Explicaciones materialistas son aquellas que tratan a la consciencia como expresión de algo más que si misma, es decir, como forma de realizarse una necesidad material. La pregunta, entonces, es por la determinación esencial y por las determinaciones concretas históricas y específicas de la consciencia que tenemos en frente y de la nuestra propia.

[8] Althusser, Louis, “Ideología y aparatos ideológicos del Estado. Freud y Lacan, Nueva Visión, Buenos Aires, 2006. Si bien la concepción del Estado de Althusser aparece como una concepción novedosa, que extiende los dominios de la expresión de la relación social general, o el capital total global de la sociedad, hacia los “aparatos ideológicos”, esta forma de ver las cosas esconde una inversión platónica sobre lo que la consciencia los seres humanos es.

[9] Iñigo Carrera, Juan op. Cit.

[10] Existe un acuerdo muy extendido en torno a la concepción clásica del período 1880-1976 como la sucesión del “modelo agroexportador” por el de “industrialización por sustitución de importaciones” (Kosacoff y Azpiazu, 1989).

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