jueves, 30 de julio de 2009

FICHA

Título: La vida y el pensamiento revolucionario de Marx y Engels

Autores: David Riazanov

Año (1ra Edición): Julio de 2003

Año (mi edición): 2003

Editorial: Instituto de formación marxista

Idioma: Castellano

Sinopsis:

Este libro recopila 9 de las 10 conferencias (la décima se encuentra perdidad) en torno a la vida política de Marx y Engels, que llevó adelante David Riazanov en la Academia Comunista de Moscú en 1922, además de dos textos del mismo autor, en los que se aboca, por un lado, a describir la personalidad de Marx, atacado muchas veces por sus enemigos por un largo y colorido listado de epítomes que perseguían difamarlo (arisco, insensible, abyecto), y por otro, a una interpretación rica en minuciosidades del contexto y alcance histórico del famoso libro de Engels “El Anti-Dühring”. En este último texto Riazanov muestra lo renuente que fue Engels a escribir el libro que significó una gran difusión para las ideas marxistas. Explica que el alemán fue movido por las insistencias de Karl Liebnecht y la necesidad política de combatir las ideas de Dühring, que cobraban difusión entre círculos obreros y estudiantiles. Por lo demás, parte de la renuencia de Engels se entiende por las características personales de Dühring, que no era sino un profesor expulsado de la academia prusiana por sus tintes revolucionarios, extremadamente pobre, muy respetado y seguido por algunos estudiantes, y adolecía de una condición que agravaba todo el cuadro. Era ciego.

El objetivo manifiesto de las conferencias de Riazanov es el de probar históricamente que los dos padres del materialismo histórico tuvieron una vinculación fuerte con la militancia política de la época, independientemente de que sus puntos de vista fueran variando a lo largo de los años, y el modo de esta acción cambiara al ritmo que se desarrollaba el movimiento obrero y las concepciones revolucionarias en el seno del mismo.

A lo largo de las conferencias, Riazanov intenta reconstruir a grandes rasgos la historia del movimiento obrero de Europa central, desde el punto de vista de las nacientes organizaciones obreras comunistas, y las grandes organizaciones obreras en general, como la Internacional. Cada tanto añade cortas explicaciones que buscan aclarar situaciones políticas u organizaciones europeas con ejemplos extraídos de la historia rusa, más cercana a su audiencia. Por ello son frecuentes las referencias a los narodiki (populismo ruso) y al grupo de Jorge Plejanov de donde provenía el propio Riazanov, llamado “emancipación del trabajo”. Al tener en cuenta las situaciones personales de Marx y de Engels, y cruzarlas con la situación política de la clase obrera puede iluminar aspectos de la vida de los mismos, como el largo periodo de inactividad que viven entre los años 1852-1862, que se da en un contexto de reacción y avance de la clase capitalista sobre el movimiento obrero y lamisma clase. Sobre la incidencia de las situaciones personales se puede tomar como ejemplo el caso de la situación económica de Engels, que al no poder garantizarse el sustento se siente forzado a trabajar como empleado de comercio para las fábricas textiles del padre, en Holanda e Inglaterra. Allí pasa de ser un empleado como cualquier otro a asociarse con otra persona para manejar la fábrica, punto en el cuál Engels pide poder dedicarse lo menos posible a ese oficio y entregar su tiempo a la actividad y escrituras políticas e intelectuales en general. Durante toda su vida, los trabajos de Engels son los permiten a la familia Marx sobrevivir en condiciones de miseria. Engels sin embargo, en la versión de Riazanov, gana costumbres aburguesadas por el contacto con grandes comerciantes y capitalistas en general. A la muerte de Marx, estas maneras aprendidas se volverán un obstáculo que él tendrá que soslayar para poder relacionarse con los dirigentes obreros de toda Europa, quienes, en un principio, lo miran con desconfianza, llegando a pensar que la única razón por la cuál Marx había mantenido lazos con él durante toda su vida fue el utilitarismo económico. Este obstáculo fue exitosamente superado por Engels, y su increíble capacidad en el dominio de los idiomas (llegó a "chamuyar" hasta 12 lenguas) le permitió también estar al tanto de las novedades en múltiples países europeos a la vez y poder aconsejar a sus dirigentes sobre pasos a seguir. Al final de su vida, Engels se impuso como líder absoluto del movimiento obrero revolucionario, y fue allí cuando se dio el triste episódio de la censura liebnechtiana al prólogo de 1895 a "La lucha de clases en Francia"

Podeos nombrar algunos casos en que la actividad política de los autores se ve directamente ligada a las circunstancias del movimiento obrero europeo, como son la escritura- a pedido de la Liga de los Justos, que se desarrolla posteriormente como Liga de los Comunistas- de El Manifiesto Comunista. Un segundo momento puede ser la fundación de la primera asociación internacional de los trabajadores en 1864, para quien Marx escribe es discurso inaugural, y promueve una serie de medidas a ser adaptadas en el estatuto de la organización. Si bien el primer documento guarda la imprenta del autor, el segundo es producto de las discusiones con la vertiente prudhoniana en la misma AIT. Marx se ve forzado a “endulzar” ciertas aseveraciones para hacerlas más aceptables tanto para los políticos obreros de la época. Las primeras discusiones con el prodhonianismo, muy fuerte en esta primara etapa del movimiento obrero, se volverán luego ríspidas luchas contra Bakunin y sus seguidores. El diálogo y la confrontación Marx-Bakunin estuvieron llenos de contradicciones, y Riazanov se esfuerza por demostrar que si bien había diferencias dentro de un objetivo en común, el proceder personal de Bakunin era mucho más cuestionable que el Marx.

Inevitablemente Riazanov trata el tema de la relación de Marx y Engels con los dirigentes de la socialdemocracia Alemana, Karl Liebnecht, Karl Kautsky, August Bebel, Eduard Bernstein, una historia rica en anécdotas y sutilezas, y que permiten entender más de cómo era la relación política dentro del campo político marxista (calificativo un poco cuestionable, ya que existía por el poco interés de conocer profundamente las ideas de Marx por parte de algunos de éstos líderes, y hasta llegaron a hacer un rápido parangón con las ideas de Dühring, en el caso de, por ejemplo, Babel, o de soslayar la discusión entre Engels y aquel teórico, alejándola del Vorwärts).

Impresión: muy buena

Tiempo que tardé en leerlo: 5 Días

sábado, 25 de julio de 2009

¿Existe una teoría del Estado en el Capítulo VIII – Sobre la Jornada Laboral- de El Capital, de Karl Marx?

Algo escrito en el contexto de la cátedra Economía Política II de Néstor Lavergne




Las siguientes líneas tienen como modesto objetivo mostrar que existen indicios de una teoría del Estado en el capítulo VIII de El Capital. Para ello, tratamos de reconstruir someramente el planteo de ese capítulo, engarzándolo con la argumentación de la obra hasta él, con el objetivo de comprender que Marx está ilustrando el complejo fenómeno de que la propia clase capitalista se pone límites así misma, que permiten la perduración de la sociedad como un todo, y en particular del capital como la relación social que la rige.

I

¿Por qué Marx introduce la pregunta por la jornada laboral? Hasta el punto que tomamos en la obra, Marx ha hecho un desarrollo de las determinaciones generales de la forma mercancía, demostrando como en el despliegue de las mismas la mercancía cobra la forma escindida de dinero (sección I) y se transforma a su vez en Capital, al circular como tal (sección II). La sección III, en la cual se encuentra el capítulo VIII, se llama “Producción del Plusvalor absoluto”. Esta compuesta de 5 capítulos, en los cuales Marx introduce la vital diferencia entre el proceso de trabajo, como perteneciente a cualquier y todo tipo de sociedad, y el proceso de valorización, forma que subsume al proceso de trabajo bajo la necesidad capitalista de producción de valor, y más específicamente, es decir, Plusvalor, la forma que cobra el plustrabajo éste el modo de producción. Al describir la diferencia entre capital constante y capital variable, Marx desarrolla elementos claves que le permiten superar ciertos obstáculos que había enfrentado la economía política clásica al describir el funcionamiento del capital, aunque lo haga inicialmente de una forma muy sencilla, que será complejizada en los tomos siguientes. Finalmente, Marx nos introduce a una primera definición del grado de explotación, la relación entre tiempo de plustrabajo y tiempo de trabajo necesario. La sumatoria de ambos da la jornada laboral. Dicho de otra forma, la jornada laboral se divide en plustrabajo y trabajo necesario. La pregunta que se impone entonces es ¿Cómo se determina la magnitud o extensión de la jornada laboral?

II

Sabemos que la magnitud de la jornada laboral es variable. Tampoco cuenta con límites mismos, en la medida en que el único límite es un átomo, una milésima, un nanosegundo, de producción de Plusvalor. Sin Plusvalor no existe capitalismo, por lo que la jornada en sí tiene como único objetivo la obtención de aquel. Sin embargo, la misma si encuentra límites físicos y espirituales, que constituyen su tope máximo de extensión. Marx no especifica claramente cuales serían los “morales”, pero los físicos son evidentes de por si: un hombre no puede, por ejemplo, trabajar 24 horas seguidas en condiciones de trabajo normales porque eventualmente morirá de extenuación.

Metiéndonos más específicamente con las determinaciones generales de la jornada laboral, debemos establecer que la misma es un intercambio mercantil entre obrero (portador de la mercancía fuerza de trabajo) y capitalista (portador de dinero, en su forma concreta, de medios de producción), quien compra la fuerza de trabajo del primero por un tiempo determinado, y pone a funcionar su valor de uso, el trabajo. El producto del trabajo es propiedad del capitalista, al se el comprador de la mercancía (p. 280, ed. Siglo XXI). Es en este sentido que el capitalista no quiere “que se lo robe”, ha pagado por X horas de fuerza de trabajo y está bien dispuesto a hacer valer su dinero.

A su vez, el obrero en su papel de vendedor, quiere que se le pague íntegramente el valor de su mercancía. Marx ha establecido que el valor de la misma son los medios de subsistencia del obrero y su familia, es decir, reproducción del obrero. Por lo tanto, el precio (forma dineraria del valor) pagado por la fuerza de trabajo deberá cubrir éstas necesidad, o se estará incurriendo en un “robo”, pago de fuerza de trabajo por debajo de su valor (p. 281/282).

Aquí hemos establecido un punto de conflicto. Existe una antinomia entre obrero y capitalista. Esta misma se da porque en su condición de comprador, el capitalista tratará de obtener el máximo fruto de su dinero adelantado: perseguirá prolongar la jornada laboral al máximo posible. Mientras tanto, el obrero, en calidad de vendedor, buscará reducir la jornada laboral al un término normal, que le permita disponer de su mercancía en el futuro, que no la agote prematuramente. Marx sostiene que “entre derechos iguales decide la fuerza” y que por lo tanto “la reglamentación de la jornada laboral se presenta como lucha en torno a los límites de dicha jornada, una lucha entre el capitalista colectivo, esto es, la clase de los capitalistas, y el obrero colectivo, o sea la clase obrera”.

Hasta aquí hemos desarrollado algunos aspectos generales de la jornada laboral sin siquiera introducir la idea de Estado. La jornada laboral, más allá de los límites exteriores establecidos, se presenta como resultado histórico de la lucha de clases. Marx desarrollará esto para algunas ramas específicas de Inglaterra del siglo XIX. Sin embargo, en hacer eso desarrollará también algunas nociones que nos sirven para pensar como ésta concibiendo la relación, no ya entre capitalista y obrero, sino entre clase capitalista y clase obrera. Finalmente esto nos conducirá a algunos elementos en torno al funcionamiento y rol del Estado presentes en éste capítulo.

Es interesante recordar que Marx siempre esta operando en el nivel de las personificaciones: no es el capitalista individual, en términos de sus características personales, lo que determina como el capitalista se comporta, sino que la persona X está enajenada en el capital, porta la “piel del capital” y su comportamiento responde a como debe el capitalista operar, ya que es impuesto por las propias leyes de la competencia, esto es, está determinado. (p. 326)

“En el capitalista, la hambruna de plustrabajo se manifiesta en el afán de prolongar desmesuradamente la jornada laboral” (p. 284). De hecho, “en su hambruna canina de plustrabajo, el capital no sólo transgrede los límites morales, sino también las barreras máximas puramente físicas de la jornada laboral. Usurpa el tiempo para el crecimiento, el desarrollo y el mantenimiento de la salud corporal” (p. 319). De esta forma, explota la fuerza de trabajo con un grado que conduce al propio agotamiento de esa mercancía. “El capital no pregunta por la duración de la vida de la fuerza de trabajo. Lo que le interesa es únicamente qué máximo de fuerza de trabajo se puede movilizar durante una jornada laboral. Alcanza este objetivo reduciendo la duración de la fuerza de trabajo (…)” (p. 320). La actitud del capitalista es la de quien dice “¡Después de mi, el diluvio!”. El “movimiento práctico del capital” lo conduce a minar la propia fuente de su valorización. Por esta razón, la limitación de la jornada laboral pareciera ser una propia necesidad del capital total de la sociedad .

La idea de que es interés del capital como un todo, la regulación de la jornada laboral, está expresada del modo siguiente:

“Si esta prolongación antinatural de la jornada laboral por la que punga necesariamente el capital, en su desmesurado impulso de autovalorización, acorta la vida de los obreros individuales y con ello la duración de su fuerza de trabajo, será necesario un remplazo más rápido de las fuerzas desgastadas, y por ende será mayor la suma exigida para cubrir los costos de desgaste en la reproducción de la fuerza de trabajo (…). Parece, por consiguiente, que el propio interés del capital apuntara en la dirección de una jornada laboral normal” (320).

La propia idea de consumo “desmesurado” de la fuerza de trabajo, de “exceso de trabajo”, guarda de fondo la idea de destrucción de la fuerza de trabajo. Interpretamos aquí que independientemente de una lectura “humanista” que pueda hacerse de éste fenómeno (el capital “mata”- no tan lentamente- a los obreros), Marx persigue comprender como la lucha de clases manifiesta una necesidad de conservación “de la sociedad en su conjunto”. El propio Estado capitalista impone leyes que coaccionan a cada capitalista individual en su afán destructor de Plusvalor. Este hecho, supone el proceso histórico por el cual el capital se apropia de esferas del trabajo y las pone a funcionar bajo el designio de la valorización (p. 360). Es cuando el capital se instala en éstas ramas de la economía, que comienza “el control social que reduce, regula y uniforma legalmente la jornada laboral con sus intervalos” (ídem). Por lo demás, la misma idea de la necesareidad de regular la explotación de la fuerza de trabajo (en interés de la clase capitalista como un todo, capitalista colectivo, y en detrimento de cada capitalista individual) está expresada por Marx del siguiente modo:

“Dichas leyes [las factory acts] refrenan el acuciante deseo que el capital experimenta de desangrar sin tasa ni medida la fuerza de trabajo, y lo hacen mediante la limitación coactiva de la jornada laboral por parte del estado, y precisamente por parte de un estado al que dominan el capitalista y el terrateniente. (…) la limitación de la jornada laboral fue dictada por la misma necesidad que obliga a arrojar guano en los campos ingleses. La misma rapacidad ciega que en un caso agota la tierra, en el otro había hecho presa en las raíces de la fuerza vital de la nación” (p. 287).

La forma histórica que produce estas leyes, es la lucha de clases, “la guerra civil prolongada y más o menos encubierta, entre la clase capitalista y la clase obrera” (p. 362). Marx cierra el capítulo con la célebre frase que sostiene que “para ‘protegerse’ los (…) obreros tienen que confederar sus cabezas e imponer como clase una ley estatal, una barrera social infranqueable que les impida a ellos mismos venderse junto a su descendencia, por medio de un contrato libre con el capital, para la muerte y esclavitud” (p. 364).

Tomada a la ligera, esta frase parece decir que la clase obrera opera en contra del capital. Creemos que hay elementos en el capítulo que permiten ver otra dimensión del fenómeno: la clase obrera opera en contra de la clase capitalista, pero cumple su función en la reproducción de la sociedad capitalista como tal, en el mantenimiento de la relación del capital. Satisface una cierta necesidad del capital de disponer de fuerza de trabajo que de otro modo se encontraría más tarde o más temprano agotada por la propia explotación que el capitalista individual realiza sobre sus obreros.

El propio Estado que en un momento actúo como prolongador coercitivo de la jornada de trabajo, ahora se trastrueca en regulador coercitivo de la jornada. La necesidad social de reducir la jornada de trabajo indudablemente se manifiesta bajo la forma de lucha de clases, pero no deja por ello de ser un momento crucial en el propio desarrollo capitalista, que instala la venta normal de la fuerza de trabajo por su valor, y así la propia reproducción de la clase obrera. Este proceso se realiza bajo las quejas de muchos capitalistas individuales, en contra de su interés individual y la forma en que este se manifiesta en su consciencia, pero a favor del capitalismo como modo de producción. Históricamente se han visto muchas situaciones donde en interés del capitalismo no es idéntico al interés histórico del capitalista individual. Y en el surgimiento del modo de producción, tratado en profundidad Marx en los capítulos XI, XII y XIII se ve con claridad ésa situación. En un sentido lo que se ésta diciendo también es que la lucha de clases no es algo que de repente no existe y luego aparece de la nada. Sino que su propio sustrato está en las necesidades sociales del modo de producción, que son también necesidades del capital.

III

Nota sobre “capitalista colectivo ideal” en “Del socialismo utópico al socialismo científico” F. Engels.

Dice Engels:
"(…) el Estado moderno no es tampoco más que una organización creada por la sociedad burguesa para defender las condiciones exteriores generales del modo capitalista de producción contra los atentados, tanto de los obreros como de los capitalistas aislados. El Estado moderno, cualquiera que sea su forma, es una máquina esencialmente capitalista, es el Estado de los capitalistas, el capitalista colectivo ideal” (citado en Tarcus (comp.) “Marx y el Estado” , pág. 99).

Este texto, parte de un folleto preparado para su publicación en la obra “Anti-Dühring”, arroja la forma que tiene Engels de pensar en el fenómeno planteado en torno al capítulo VIII del capital: la posibilidad de que el Estado actúe en nombre de la clase capitalista como un todo, incluso perjudicando al capitalista individual, aislado. El objetivo de citarlo en este anexo del la exposición anterior es tratar de mostrar cómo incluso la clase obrera puede – y lo hace- cumplir necesidades de la sociedad capitalista independientemente de que ésta necesidad se demuestre como una lucha contra la propia clase capitalista. La ley estatal que coacciona a la clase capitalista indica que el Estado está actuando como capitalista colectivo. La noción de “ideal” la dejamos de lado por tener una connotación algo ambigua. Podría interpretarse que Engels está pensando en un “sujeto colectivo” capitalista, es decir, una capitalista que no existe bajo el nombre y apellido tal, sino que es el “sujeto” de todo el capital de la sociedad.



Rolando García Bernado 20/06/09