miércoles, 25 de noviembre de 2009

PARCIAL DE ECONOMIA POLITICA ARGENTINA. CATEDRA RICARDO ARONSKIND.


Desmenuzar críticamente el discurso de Roberto Lavagna "El caso argentino: lecciones macroeconómicas" en base a la bibliografía de la materia, las discusiones planteadas en clase y otras lecturas que consideren pertinentes.


Para responder a la consiga me parece pertinente plantear este trabajo en dos dimensiones. La primera es alude al contexto general del cual emerge el discurso de Lavagna. La segunda dimensión (divida en comentarios específicos y generales) responde a un análisis más detallado de lo enunciado en el mismo, con el objetivo de leer lo que hay en él de programa económico y que visión tiene el entonces ministro de la historia y economía argentinas.


1. Contexto general


Argentina se encuentra en el año 2002 en un momento trágicamente histórico. Está sumergida en la crisis que se desató de forma explosiva en diciembre de 2001. Esta misma fue el final de un modelo macroeconómico con enormes y evidentes problemas de sustentabilidad, pero que había logrado a la vez hipnotizar a la población argentina que era parte del juego de la convertibilidad, neutralizar a la oposición, y garantizar fabulosas ganancias al sector del capital industrial concentrado y a la banca acreedora internacional. La convertibilidad, que tempranamente se volvió un modelo de dólar barato basado en el endeudamiento externo creciente y constante, estalló por los aires por cambios que tuvieron origen en el nuevo contexto internacional. El saldo social de la sobrevaluación continua del peso fue la destrucción neta de industrias, que se reflejó tempranamente en la tasa de desocupación, el endeudamiento externo que se duplicó en menos de una década, la enajenación por parte del Estado de la enorme mayoría de sus empresas, incluso de aquellas que no trabajaban a déficit, y en general la fuerte ruptura del entramado social, aspectos que pueden rastrearse en un período de más larga data, iniciado durante la dictadura militar de 1976.

Es este momento de continua agitación social e incierto futuro económico, cuando Roberto Lavagna se vuelve ministro de economía de la gestión de Eduardo Duhalde, presidente provisional, luego de la dimisión de Fernando de la Rúa y el paso por el cargo de varias figuras del poder político nacional. La misión de Duhalde era terminar el mandato del ex presidente, a pedido de la cámara legislativa, que en un movimiento extraordinario había torcido la ley para establecer allí la fecha final del gobierno provisional. Roberto Lavagna entró a la cartera de Economía y Producción de ese gobierno, reemplazando a Remes Lenicov, en abril del 2002. Lavagna provenía del peronismo, pero había trabajado en el gobierno de Alfonsín, y cumplido funciones de embajador extraordinario y plenipotenciario frente a organismo internacionales durante el gobierno de la Alianza. Se mantendría en su nuevo cargo a lo largo de la agitada presidencia interina de Duhalde y sería confirmado allí por Néstor Kirchner, hasta ser desplazado a finales de noviembre de 2005.


El texto sobre el que trabajamos está fechado el 12 de Mayo de 2003. Lavagna se encuentra como ministro de economía del gobierno saliente y en plena campaña dentro de la fuerza que lleva por líder a Kirchner, de quién sería ministro de economía si éste ganase las elecciones. La disputa presidencial se haya entonces en segunda vuelta. Dos días más tarde, el 14 de Mayo de 2003, Menem anunciaría la baja de su candidatura, haciendo automáticamente a Kirchner “presidente de los argentinos”[1]. Es probable, aunque no se pueda afirmar con certeza, que Lavagna tuviera muy presente este posible desenlace. Pensar en estos términos nos permite pensar el texto tanto como una proclama electoral, así como un diseño de las intenciones en política económica de largo plazo. En general la tónica del mismo es la de una fuerte revisión de ciertos “errores” de los años noventa, y las dimensiones que deberán ser consideradas en el futuro para no repetirlos.

2. Análisis del texto

a. Comentarios específicos

La misma noción de “lección” que atraviesa el texto es un tanto “tramposa”. En realidad, la idea de que se intenta algo y se comete un error, esconde la posibilidad verídica de que aquel que actúa pueda querer provocar las consecuencias que provoca. Entonces no se trata de un error, sino de una práctica consecuente con las creencias y los intereses del actor. Es probable que Lavagna tuviera esto en mente, pero mantuviera las formas en pos de no provocar reacciones indeseadas en los agentes que atacados en su análisis. Esto no lo dispensará de hacer impugnaciones duras a sectores que él considera representativos de la política de sobrevaluación y endeudamiento de los años noventa.

Lavagna comienza haciendo una revisión de la política cambiaria del peso sobrevaluado, asegurando que caracterizó a 17 años de los últimos 27. No se refiere a que los últimos 17 años fueron de peso sobrevaluado. Para dejar clara la idea, sostiene que existieron dos tramos donde primó esta política cambiaria y que fueron “la tablita” de Martínez de Hoz y la convertibilidad. Inmediatamente, afirma que allí debe buscarse el origen de la tragedia, ya que el peso sobrevaluado es igual a la acumulación de déficit y deuda externa, que terminan en recesión económica generalizada. De allí que las políticas a adoptar tienen que aprender de este error. El texto desliza entonces la idea de que la “Estabilización, Normalización y Recuperación” (nombre de un programa que aparentemente nunca fue lanzado públicamente de ese modo) vienen por el manejo de la política cambiaria, es decir, colocar el valor del peso en torno a una cifra que permita el “crecimiento sustentable”. Aquí no hay dudas de que lo que Lavagna está tratando de hacer es mostrar cómo la salida forzada del régimen de la convertibilidad ha sido, en realidad, una decisión política evaluada y fundamentada. Muy distinto de lo que en realidad aconteció[2].

Luego de esta introducción general, se pasa a las “lecciones” extraídas de la experiencia pasada.

La primera lección busca arreglar las cuentas con los defensores acérrimos de lo que alguna vez fue identificado como “la patria financiera”. Lavagna sostiene que se puede manejar la economía con éxito prescindiendo de los flujos financieros, y que su eventual reducción no es inmediatamente perjudicial. De hecho, correlaciona los momentos de crisis con los momentos de “plata dulce”, auge del dinero en disponibilidad, dispuesto a ser prestado sin hacer muchas preguntas o mucho estudio del caso. Se trata de combatir la idea de que Argentina se viene abajo por la salida de capitales financieros y que la tarea, entonces es la de retener a toda costa a éstos capitales. En realidad, el flujo de éstos capitales mayormente especulativos es una condición de posibilidad para las “fantasías macroeconómicas”[3]. Esta es una fuerte lección de la década del noventa, que en boca de un ministro es también una declaración de guerra contra fuertes intereses generados durante ese período, que aun entonces (y hoy en día) mantienen vigencia. Llega luego de que Argentina se ha descartado de la enorme mayoría de las empresas públicas que podía comercializar, de que se hace evidente que no podía afrontar su endeudamiento externo, no podía ni siquiera mantener una mínima confianza en su moneda nacional, debió retener por la fuerza los depósitos de los pequeños ahorristas para rescatar a la banca privada, pesificar deudas privadas asumiendo los costos, y entrar en default con buena parte de la banca acreedora extranjera. En otras palabras, es un momento donde la batalla por saquear al país ha sido complemente ganada por los grupos económicos que juegan en el mercado financiero. ¿Significa esto que Lavagna no está confrontando con nadie al lanzar esta “lección”? Difícilmente sea ese el caso. Un ejemplo de la batalla que Lavagna esta llevando contra la banca acreedora se demuestra en las tensiones que genera la presencia de Mario Blejer en el BCRA durante todo 2002, que termina con la dimisión de éste último[4].

La lección general dentro de ésta “lección” específica, es que se deben tomar los recaudos y controles necesarios para la “sustentabilidad” de los programas económicos en los momentos en que existe mucho dinero disponible. En otras palabras, Lavagna parece estar hablando de la necesidad de controlar los flujos de capital, idea que constituye una ignominia a toda la escuela del neoliberalismo. Finalmente, Lavagna extrae cuatro políticas que conducirían a mantener la “sustentabilidad” del programa económico. Las primeras dos pueden reducirse a “restarle importancia al financiamiento externo, en beneficio del interno”. Aunque no está justificado, se desprende que esto daría mayor capacidad de control al Estado Nacional sobre el comportamiento del crédito. La segunda alude a la inversión extranjera directa, a la cual, según el entonces ministro, habría que darle “más importancia”. Es al menos ambiguo sostener que hay que levantar la inversión extranjera directa, ya que de lo que se trata es de ver hacia dónde se dirige esa inversión. Durante los años noventa, la inversión extranjera directa estuvo dedicada casi exclusivamente a la compra de empresas que ya se encontraban en funcionamiento, como en los casos de las empresas públicas privatizadas, y a empresas privadas que fueron absorbidas por el capital extranjero. Los últimos dos puntos están fuertemente emparentados, y sostienen que se debe mantener el equilibrio fiscal a toda costa, y en rechazo de las políticas de endeudamiento constante.

La segunda lección que saca Lavagna hace alusión a la imposibilidad de mantener bajo formas jurídicas programas que no son económicamente sustentables. Por más normas y regulaciones, si las instituciones van a contrapelo de la economía, aquellas -y todo el sistema - se derrumban. La lección entera parece preñada de los años noventa, y a pesar de que Lavagna enumera algunos ejemplos cualitativamente distintos (por caso, la convertibilidad –tipo de cambio- y la ley de déficit cero –situación fiscal-), parece que todo gira entorno al problema de la lección primera, es decir, la paridad cambiaria con el dólar, el peso sobrevaluado.

La tercera lección es una profundización de estos puntos realizados anteriormente, y se divide en seis partes. La primera de éstas sostiene básicamente que no conviene a un país tener el precio de su moneda muy lejos del de sus socios comerciales. Nuevamente Lavagna está poniendo el énfasis en la sobrevaluación como causa de todos los males económicos argentinos, pero en éste caso sosteniendo que el tipo de cambio debe mantener un cierto nivel de flexibilidad para adoptarse a los cambios eventuales a nivel mundial. Identifica, en éste punto, a los problemas de la convertibilidad como los contantes realineamientos del tipo de cambio real, “la volatilidad de los flujos de capitales financieros” y la inexistencia de una apertura comercial “real” y “relevante a nuestros intereses”. La consecuencia de éste desequilibrio macroeconómico fue que, para sostener la convertibilidad, se tuvo que recurrir al permanente endeudamiento externo.

La segunda parte de ésta tercera lección es de carácter más bien técnico. Constituye una crítica a los criterios del Tratado de Maastrich según los cuales la relación deuda / PIB, puede indicar algo sobre la situación macroeconómica general. Lavagna advierte sobre éstos artilugios de la medición para sostener que “la verdad es más compleja”. No se detiene a explorar las complejidades de la verdad, aunque si castiga a los colocadores financieros por su optimismo ingenuo en torno a la situación macroeconómica general de los años noventa.

La tercer subsección constituye un llamado de atención sobre la fragilidad que genera en el sistema financiero el que exista financiamiento en dólares a actividades que recaudan exclusivamente en pesos. Concretamente se refiere a las empresas de servicios públicos privatizadas, y lo hace en un contexto donde la discusión sobre el aumento tarifario está a la orden del día. Desde finales de 2002 se había entrado en una disputa entre el Ministerio de Economía, que autorizó e impulsó el aumento de las tarifas públicas para la luz (9%) y el gas (7%), y la Justicia, que frenó los aumentos en cuatro oportunidades[5]. Finalmente se llevaron a cabo. El problema del mismaching de monedas podría ser visto dentro de un problema macroeconómico mayor, es decir, la dolarización de la economía. La “dolarización contractual”, según indica Rapetti, hacía esperable que una transformación abrupta del tipo de cambio conllevase la ruptura contractual generalizada, y generase enormes problemas a la banca privada y al Estado para afrontar los vencimientos de deuda[6]. La dolarización de la economía constituyó una especie de candado de seguridad para la salida menos abrupta del régimen de convertibilidad. Más adelante veremos que esto tuvo graves consecuencias para el grueso de la población.

El cuarto ítem alude al peso que tiene la necesidad de financiamiento por parte del sector público, que pretendidamente limitaría las posibilidades de financiamiento al sector privado, ya que canalizaría todo el dinero disponible hacía sí (“crowding out”). Por ello Lavagna deduce que el crédito muy centralizado por el Estado es sinónimo de “fragilidad potencial del sistema”. En términos generales es concebible la situación según la cual el sector público traccione el crédito a su favor, aunque parece algo ingenuo plantear que ésta fue la situación de la década del noventa, cuando se sabe que el crédito tomado durante esos años, muy superior siempre a los devuelto, fue direccionado hacía ciertos sectores del capital concretado en forma de subsidios, o para el mantenimiento de régimen de la convertibilidad. En otras palabras, el problema no era el endeudamiento público sino su origen[7].

El punto cinco, dentro de la lección tercera, está fuertemente imbuido de una discusión que comienza a gestarse por aquellos meses de 2003. En realidad, su contexto específico es el intento de acuerdo con el FMI en torno al pago de deuda. Así también el punto seis estará fuertemente a tono con esta discusión. Básicamente, Lavagna intenta repartir el costo político que significará la quita a los bonos de deuda privados tenidos por el público general. La estrategia será la de denunciar a los “colocadores locales e internacionales” de descargar el riesgo de sus inversiones en Argentina, mediante la venta generalizada de bonos a un público que desconocía los riesgos de la inversión que estaba realizando. Así, denuncia que la credibilidad de éstos negociadores intermedios se encuentra comprometida. Este aspecto es absolutamente cierto y permitirá a Lavagna preparar el terreno para que el costo político de la fabulosa quita, que se realizará en el año 2005, no sea asumido exclusivamente por el Ejecutivo nacional. En ella están comprometidos el fondo monetario y la banca privada internacional.

Pero su embestida contra el capital financiero no se limita a éstas denuncias. El punto siguiente es la discusión en torno a cómo justificar el nombramiento del fondo monetario como “acreedor privilegiado”, título que lo pondera por delante de todos los acreedores al momento de cobrar una deuda. Lavagna sostiene que existen dos justificativos para éste nombramiento. El primero es de tipo económico: el FMI cobra menores tasas de interés y libera dinero más establemente. El segundo es de tipo político, y tiene un tono de “agradecimiento”. Se explica que el FMI actuó en el pasado como prestamista de última instancia, es decir, salió al rescate cuando existieron “crisis de solvencia y liquidez”. Esto último, permitió repartir las pérdidas de las entidades privadas. Sin embargo, Lavagna toma una posición opuesta a éstos planteos, sosteniendo que el propio FMI tuvo un rol pro-cíclico en la crisis argentina, no sólo se negó a desembolsar dinero, sino que presionó para que los vencimientos fueran cumplidos en el momento en que Argentina atravesaba su peor crisis histórica. Resulta complejo, sin embargo, distinguir si se trata de una fachada o de si efectivamente existió una disputa en torno al nombramiento del FMI como “acreedor privilegiado” (mérito que no sólo obliga al Estado a anteponer los vencimiento con el FMI ante cualquier otro tipo, sino que constituye una renuncia a negociar quitas sobre los préstamos del organismo). Lo cierto es que el nombramiento permanecerá hasta que la deuda con el FMI se cancele íntegramente.

Finalmente, la cuarta lección general de Lavagna es una proclama de carácter nacionalista, a la vez que una reafirmación en el contexto del acuerdo con el fondo monetario. Lavagna sostiene que la propiedad (se entiende, autóctona, nacional) de las políticas económicas y la decisión de cuando aplicarlas son factores preciosos para su éxito. La afirmación es un paso más en la disputa contra la ortodoxia, y tiene más el tono de un canto de victoria, más que el de una discusión técnica. La idea general que arroja es la de que no existen políticas económicas de manual, o al menos, no resultan exitosas al ser aplicadas sin conocer el medio. Finalmente, comparte la opinión que también es enunciada por Lousteau y Fraga –curiosamente el primero será ministro de economía de Kirchner, y el segundo candidato de Lavagna-, según el cual las “reformas estructurales” nunca serán soluciones mágicas a problemas de fondo, pero lo hace ante las presiones del FMI para empujar la privatización de la banca pública, medida que tenía el visto bueno del ministro.

La proclama concluye con una exaltación de la posibilidad de estabilizar y normalizar la economía sin el visto bueno del FMI, con el cual las discusiones en torno a un acuerdo se dilataron durante más de un año. Como hemos visto, todo el texto parece que tiene un solo destinatario: el fondo monetario y sus representantes vernáculos, la ortodoxia liberal. Es una crítica “interna”, de alguien que reconoce el carácter legítimo de la deuda y no explora sus orígenes específicos, sino más bien que reprende la ingenuidad o complicidad con el malgasto del erario público, pero que tampoco está dispuesto a realizar ajustes recesivos aún más profundos, como los que demandaba el fondo durante esa disputa.

b. Comentarios generales al texto de Lavagna

Existen un número de apreciaciones que surgen en torno a lo sostenido por Lavagna en aquel momento. Por un lado, es innegable que existe una disputa a nivel de sectores de la burguesía, aunque en 2003 es difícil precisar posiciones claras, debido a los reacomodamientos que genera la crisis. Se podría pensar el período como un momento de alianzas en formación, luego de la descomposición anterior. Lavagna identifica como enemigo al capital financiero internacional, y centra sus críticas en el policía financiero a nivel mundial, el FMI, organismo con el cual se encontraba en una clara disputa por la “salida” que se le daría a la crisis. Por otra parte, el gobierno de Kirchner jamás llegará a un choque frontal con el FMI. Más bien es el gobierno que más paga y que mejor lo hace, habiendo cumplido casi la totalidad de sus vencimientos, y cancelado la deuda de antemano, a tono con otros países del mundo[8]. Sin embargo, es innegable que existe un cierto tono dentro del discurso de Lavagna que alude a un “arreglar las cuentas con el capital financiero”. En esta discusión aporta el hecho de que el punto de vista según el cual las crisis son impulsadas por la entrada y salida masiva de capitales, ha sido refrendado en múltiples investigaciones[9].

Decimos entonces que el gobierno de Kichner tuvo una fuerte disputa discursiva con el FMI, pero que cumplió con sus obligaciones, e incluso acordó metas fiscales que alcanzó con mucho éxito. Esta dimensión no escapa a ningún analista, aunque existen diferentes apreciaciones en torno a la misma. Mi opinión es que la mayor continuidad entre el gobierno kirchnerista y el la convertibilidad no se encuentra en su relación con el capital financiero, sino en la estructura impositiva sumamente regresiva, que es fundamento de la capacidad de pago. Lavagna hace total omisión de éste tema en su escrito. Sin embargo, sabemos que el superávit fiscal que, junto al comercial, distingue al gobierno de Kirchner se encuentra basado fuertemente en el impuesto directo al consumo, el impuesto al cheque, y en las retenciones, factor nuevo de recaudación, que todos los autores entienden (al menos para 2003), se mantienen en un nivel mucho menores del que podrían alcanzar sin perjudicar a la burguesía exportadora[10]. Es sobre ésta estructura impositiva, que refrenda la desigualdad social crónica, que el Estado argentino dispone de reservas adquiridas parcialmente para poder cumplir con los compromisos externos. Esta continuidad es aceptada incluso por autores que pretenden ver más rupturas que continuidades entre los “modelos”. Fabián Amicó, por ejemplo, sostiene que “el proceso de acumulación (de dólar alto) transcurre por carriles bien distintos de los conocidos en los noventa”, pero “el modelo actual parece consolidar una distribución de ingresos fuertemente inequitativa”[11]. Es impensable el desempeño macroeconómico argentino del año 2003 sin la trágica situación social sobre la que se erige, donde el tremendo abaratamiento de la fuerza de trabajo es base para la competitividad de los bienes exportables[12], y la estructura impositiva que castiga al consumo es fuente principal de la recaudación. Sin embargo, el tema de la desigualdad social no aparece en el texto de Lavagna, ni siquiera bajo la forma de las expectativas del ministro respecto del progreso del salario real. Aparentemente no hay “lecciones” que sacar en torno a éste tema.

Existen otros silencios en el texto, pero tienen una explicación política. Nuestra hipótesis es que Lavagna no señala como problema los fabulosos giros que un parte del capital industrial concentrado interno realizó al exterior a lo largo de la década del noventa, no por desconocimiento, sino por no ir contra el propio poder que los sustenta. Una línea fuerte de continuidad entre la década de los noventa y el gobierno devaluacionista se encuentra en algunos de sus beneficiarios. Sevares enfatiza este punto, al explicar que el gobierno de Duhalde cedió ante las presiones del sector de capital industrial concentrado:

“Ni bien comenzó su gestión, el Gobierno comenzó a recibir fuertes presiones del establishment económico para que el Estado se hiciera cargo totalmente de los costos de la devaluación, al mismo tiempo que rechazaban controles de precios, retenciones a las exportaciones, aumentos de sueldos, o cualquier tipo de actitud heretodoxa. (…) Muy rápidamente fue cediendo a éstas presiones”[13]

Una de las luchas más fuertes fue la de la pesificación asimétrica, que implicó enormes transferencias de dinero desde el Estado Nacional a los grupos económicos endeudados en dólares, entre cuyos beneficiarios estaban Pérez Compac, Repsol-YPF, y Telecom Argentina, sectores de rentabilidad extraordinaria durante la década del noventa, y que enviaron remesas al exterior durante todo el período (las últimas dos son empresas privatizadas).[14] Estas empresas fueron literalmente subsidiadas por el Estado al licuárseles su pasivo en dólares, medida sólo comparable con la nacionalización de la deuda privada en 1982, pero inserta en una lógica constante de transferencias desde el Estado al sector privado, que cobra la forma de subsidios y sobreprecios[15].

En la visión de manual, la devaluación, que disminuye el valor de la moneda local, implica una transferencia de recursos de ciertos sectores de la economía hacia sectores que producen bienes exportables. En Argentina es un disparador para las exportaciones agropecuarias, las de origen agroindustrial y las industriales. Las primeras basadas en la fertilidad natural de la tierra, potenciada por las aplicaciones tecnológicas como la semilla Monsanto y el glifosato. La segunda basada en la misma ventaja comparativa, sumada a los bajos niveles salariales. La tercera sustentada sobre estos últimos. Las tres siendo potenciadas por las constantes transferencias de ingresos que realizar el Estado hacia los distintos sectores, que pueden tomar la forma de subsidios directos, o de desarrollos tecnológicos entregados al sector privado (es el caso del INTA). La devaluación, al reducir el poder adquisitivo de la moneda local, golpea directamente las importaciones, al tiempo que reduce el mercado interno. Una devaluación del modo que se llevó adelante en Argentina en 2002 es un ajuste profundamente recesivo. No es otra cosa que la fórmula del shock recesivo propugnada por toda escuela liberal. De allí se explica superávit fiscal y comercial que el país obtiene, ya que se reducen las importaciones, se comienza a exportar fabulosamente, pero manteniendo una estructura impositiva regresiva, lo que hace que el consumo se estratifique aún más profundamente. Finalmente, la inflación produce constantes caídas del salario real, hasta que la nueva estructura de precios relativos se estabiliza relativamente. Y la propia devaluación, en un primer momento, la devaluación agrava el problema fiscal y productivo[16].

Existe otra omisión en texto de Lavagna que resulta significativa. La noción que maneja el entonces ministro es la de “crecimiento”, que aparece una vez bajo la fórmula de “crecimiento sustentable”. Si bien la idea de “crecimiento sustentable” está enunciada, no se encuentra desarrollada. Del texto se desprende que Lavagna esta pensando en una política económica que pueda mantenerse en el tiempo y no éste basada en una “fantasía macroeconómica”, es decir, en el disfrute de dinero sin contrapartidas en la producción de riqueza material. Este concepto de “crecimiento sustentable” es apenas un mal substituto de la noción de “desarrollo”. Creo que Lavagna utiliza la noción de crecimiento porque sabe que su modelo esta erigido sobre fuertes limitaciones estructurales para el “desarrollo humano”, es decir, destinar partidas presupuestarias a la educación, la salud, etc. Tampoco utiliza la noción de “desarrollo” en el sentido más afín a los economistas, es decir, como crecimiento basado en la creación autóctona de tecnologías, la especialización en nichos de mercado, etc. Este discurso tampoco será propio del gobierno a venir. La idea general es que Argentina crezca con cierta continuidad, y este crecimiento llevará aparejada una mejora en los indicadores sociales. Muchos analistas comparten esta noción, tal vez desconociendo el desapego posible entre el crecimiento de un país y las mejoras de indicadores cruciales, como la tasa de desocupación. El acento durante el texto de Lavagna está puesto en la necesidad de otra política cambiaria, al punto que parece que todo el programa económico gira en torno del peso devaluado como respuesta a todos los problemas y piedra angular del “modelo”[17]. El gobierno, a diferencia de lo que opinan Lousteau y Fraga[18], no tiene a éstas alturas un programa económico claro, con objetivos definidos y formas de alcanzarlos, y si lo tiene, jamás lo hizo público.

Respecto a las lecturas de fondo sobre lo que aconteció en Argentina con el traspaso del régimen de convertibilidad a la devaluación, Sevares parece sostener que los cambios constituyen un “reciclaje” del modelo neoliberal. Si bien no es una hipótesis explicitada por él en el desarrollo del texto, existen elementos que permitirían mantener esta visión. Por ejemplo, la continuidad en las medidas que favorecen al capital concentrado interno, ya sea en términos de subsidios directos, o en forma indirecta. Asimismo, el autor sostiene que “la devaluación no cambia factores cruciales para la competitividad como la productividad de las plantas ni la eficiencia de los sistemas de distribución o de promoción de los productos locales en el exterior”. Es cierto que el texto está escrito aún sobre los hechos recientes. No conoce el desempeño económico de Argentina del año 2003, ni el gobierno kircherista, ni el “crecimiento a tasas chinas”, ni la “crisis del campo”. Esto tal vez lo lleve a precipitarse sobre las similitudes del gobierno de Duhalde con los gobiernos de la convertibilidad. Sin embargo, es importante rescatar que la continuidad entre estos gobiernos, como expresamos más arriba, viene dada por la estructura de desigualdad social permanente sobre la que se erige la apropiación de riqueza en Argentina. Sevares parece entender tempranamente ésta dimensión, tal como lo hacen otros autores, además de que caracteriza correctamente a los beneficiarios del gobierno de Duhalde, y nos permite pensar por qué hay ciertas cosas que simplemente no pueden aparecer en el discurso de Lavagna, ya que sería ir contra el propio poder que lo sustenta, en un momento de convulsión política elevada.

La visión de Katz, por otra parte, es bastante posterior (2007), lo que le permite considerar otras dimensiones y ver el desempeño de los gobiernos “de dólar alto” al mediano plazo. Su análisis lo conduce a decir que se trata de un “neodesarollismo”: un modelo que combina el pago a los acreedores externos, con incentivos para el desarrollo industrial, manteniendo a raya el aumento del salario real, y con políticas “tibias” (intermedias) hacía las empresas privatizadas, que son reguladas pero no re estatizadas, ya que de lo que se trata es de generar negocios para el capital industrial[19]. El análisis de las contradicciones que realiza, lo lleva a distinguir seis contradicciones que asolan al “modelo”: “el rebrote de la inflación, estrechez de la inversión, vulnerabilidad energética, gravitación del endeudamiento, restricción crediticia, y primarización del comercio exterior”[20]. El “modelo” instalado desde el 2002 se trata de un “ensayo neodesarrollista”, que le devuelve centralidad al agro capitalismo exportador, y le resta importancia a la especulación financiera y el beneficio bancario. En torno al tema de nuestro trabajo es interesante resaltar que Katz caracteriza la política económica de Lavagna como “keynesianismo pasivo”, es decir, combinación de ortodoxia fiscal y monetaria con heterodoxia industrialista. Según Katz, la política económica estuvo dirigida hacia los grupos económicos que salieron fuertes de la crisis, sector que comprende empresas nacionales internacionalizadas y grandes empresas extranjeras. En este punto tengo acuerdo total con el economista del EDI, aunque difícilmente pueda compartir el mote de “neodesarollismo”. Más bien el autor confunda la idea del desarrollo con la noción más estrecha de industrialismo, o industrialización. Si bien el desarrollo está ligado al surgimiento de una industria autosustentada y en constante crecimiento, el desempeño de la misma tiene que mejorar a la par de los indicadores sociales generales. De otra manera, difícilmente se trate de desarrollo. Es posible que Katz esté pensando que tal combinación es virtualmente imposible. La mayoría de los autores de la cátedra coinciden en que el punto de partida del modelo devaluacionista es la caída del salario real. Un techo al salario real constituye la condición de posibilidad de la continuidad del modelo, independientemente de que la riqueza provenga de otras vías en comparación con los años noventa. Esto además, no es un problema netamente kirchnerista, es un problema del capitalismo, que no puede garantizar la reproducción normal de la población mundial, ni tampoco de la nacional.





[1] El hecho de que Menem se baje del Ballotage ante los malos resultados que arrojaban las encuestas hace que Terragno vea en la forma de hacer política que conducirá Kirchner de allí adelante sea la del “consenso negativo”, en otras palabras, el mal menor. Ver Terragno

[2] La salida de la convertibilidad no fue una decisión política, sino que fue una necesidad provocada por el fin del financiamiento al modelo de la sobrevaluación, que cobró la forma de una crisis social generalizada, y la devaluación de la moneda. Esto puede verse hasta en el hecho de que muchos de los que condujeron el proceso devaluacionista eran fuertes defensores de la convertibilidad. Es el caso de Remes, y también es el caso de Kirchner (Ver Terragno, “La simulación”. Capítulo 5 “Hipersimulación”, ed. Planeta, Buenos Aires, 2006.). Las causas de éste final abrupto serán tratadas más adelante.

[3] Ricardo Aronskind parece compartir esta opinión “En la mayoría de los casos en los que se presentaron crisis en la última década y media, la secuencia económica parece haberse repetido: el ingreso de capitales externos provocó 3 o 4 años de euforia económica, debido a la suba de los valores de las acciones, de los títulos públicos y de la propiedad inmobiliaria, lo que creó un “efecto riqueza” desvinculado de cualquier logro productivo concreto”. “El riesgo País”, Ed. Capital Cultural, 2005.

[4] http://www.clarin.com/diario/2002/06/22/e-00403.htm

[5] Ver http://www.clarin.com/diario/2003/03/23/-e-03801.htm El ajuste era también una medida reclama por el FMI, aunque al realizarse se hizo por debajo de las cifradas demandadas por el organismo internacional.

[6] Rapetti, M.; “La Macroeconomía Argentina durante la Post-convertibilidad: Evolución, Debates y Perspectivas”, Policy Paper 5, Economics Working Group, Observatorio Argentina, Octubre de 2005, p. 6.

[7] Sobre éste tema ver Basualdo, E. M.; “Acerca de la naturaleza de la deuda externa y la definición de una estrategia política”, FLACSO/Editorial UNQUI /Página 12, Colección Economía Política Argentina, Bs. As, 2000

[8] Cierta lectura algo paranoica podría conducir a ver en esto un arreglo político, del tipo “vos me pagas y yo te dejo quedar como un héroe público en tu país”, es el caso de Terragno, op. Cit. Capítulo 5.

[9] Es el caso de Chudnovsky, López y Pupato, en “Las recientes crisis sistémicas en países emergentes: las peculiaridades del caso argentino” donde señalan que las ocho crisis estudiadas se inician con la salida masiva de capitales (el “fly to quality” de la economía liberal). Los autores ven en la los condicionamientos internos para la crisis en Argentina el grave desequilibrio presente en las variables fundamentales de la macroeconomía. En esto la coincidencia con Lavagna es fuerte. Ver Chudnovsky, D., López, A. Y, Pupato, G; “Las recientes crisis sistémicas en países emergentes: las peculiaridades del caso argentino”, en Bruno, C. y, Chudnovsky, D. (comps.), ¿Por qué sucedió? Las causas económicas de la reciente crisis argentina, Bs. As, Siglo XXI – CENIT; 2003.

[10] Esto no significa que las entidades que representan al “capital agrario” no se hayan levantado en armas contra las retenciones aplicadas primero por Duhalde y luego por Kirchner. La puja por el nivel de las retenciones surge en el año 2002 y se mantiene latente desde entonces, hasta hacer explosiva aparición en 2008.

[11] Amicó, Fabián “Sobre las diferencias entre el actual modelo de dólar alto y la convertibilidad”, Anuario EDI, N.3, Ediciones Luxemburg, 2007. Bastardillas nuestras.

[12] Entre 2003 y 2007 Argentina no sólo exportó bienes de origen agroindustrial, o bienes primarios, sino que sus exportaciones industriales alcanzaron los 9000 millones de dólares. En 2007 Argentina acumulaba un superávit comercial de 11.000 millones de US$. Ver Schvarzer, Jorge; D'Onghia, Maximiliano, Las exportaciones industriales hacia América Latina. Dinamismo fabril y constitución de un mercado. Centro de Estudios de la Situación y Perspectivas de la Argentina. Buenos Aires: CESPA, julio 2008.

[13] Sevares, J. “Por qué cayó la Argentina – Imposición, crisis y reciclaje del orden neoliberal” p. 324, Editorial Norma, Buenos Aires, 2002.

[14] Ídem.

[15] El origen de estas transferencias esta en la renta diferencial de la tierra. “Argentina: acumulación de capital, formas políticas y la determinación de la clase obrera como sujeto histórico”, Juan Iñigo Carrera, CICP.

[16] Sevares, op. Cit. P.322.

[17] Una lectura en ésta dirección se encuentra en “Debate - Las consecuencias económicas del Sr. Lavagna. Dilemas de un país devaluado”, Augusto Costa, Axel Kicillof, Cecilia Nahón, revista Realidad Económica 203, 2006.

[18] Luosteau y Fraga, op. Cit.

[19] Claudio Katz, “El giro de la economía argentina”, disponible en http://lahaine.org/b2-img/katzgiro.pdf

[20] Katz, op cit. Pág 16.

viernes, 25 de septiembre de 2009

IIRSA: estrategia global y geopolítica del capital

(Trabajo realizado con el Compañero Jeremías Maggi. Que les resulte útil a los que luchan)



Jeremías Maggi
Rolando García Bernado


IIRSA (Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana) debe ser analizada, descripta y sometida a crítica. Sobre todo debe ser publicitada, ya que se trata de algo que está en movimiento, y como en el juego de todo ajedrecista experimentado, los movimientos aislados de las piezas sólo se evidencian como estrategia cuando ya es muy tarde para reaccionar. La propuesta de nuestro trabajo es dar una descripción general de éste proyecto de reconfiguración geopolítica, que afecta a la región sudamericana en su conjunto, para brindar información y las primeras herramientas de la crítica, que también existe pero avanza hasta ahora sólo como reacciones limitadas a proyectos aislados. Para que la crítica sea efectiva tiene que volverse una crítica del conjunto, y para eso se nos impone conocer la estrategia general que aúna a las reformas y construcciones aisladas, que al ser vistas de esa forma, esconden la totalidad.

¿Qué es IIRSA?

En principio, IIRSA es un proyecto de integración geopolítica para Latinoamérica[1], compuesto por diez grandes subproyectos (denominados ejes), a su vez divididos en subgrupos compuestos por proyectos de inversión. Estos últimos están centrados en trasporte (fluvial, territorial, marítimo y aéreo), energía y telecomunicaciones. No son proyectos que se llevan adelante en simultáneo, sino que distintos factores, tanto técnicos como coyunturales, afectan la realización de cada uno. Sin embargo, es indudable que se encuentran instalados en una estrategia general que les da forma y contenido. Los diez ejes de IIRSA, que involucran doce países latinoamericanos, están aunados en unos 40 grupos, que abarcan un número cercano a los 350 proyectos. Según los datos oficiales han concluido o están en proceso de implementación en un 48%, alcanzando inversiones por un total de 38.234 millones de dólares[2], bastante más que el PBI boliviano del año 2008.

Surgimiento de IIRSA y justificación: Jugando a las escondidas

IIRSA está planteado como la integración de los mercados regionales, en pos de aumentar la circulación mercantil y generar condiciones para el surgimiento de nuevos negocios, a la vez que hacer negocios particulares de la realización de reformas de inversión en capital fijo. La integración aludida es de tipo física, comercial y jurídica, ya que involucra coordinar las normativas de los países vinculados en los distintos proyectos, en aspectos clave como la circulación de personas, los permisos comerciales, derechos aduaneros, etc., como base para la generación de “oportunidades de inversión” que eventualmente serían aprovechadas por el capital. El planteo general está fuertemente enmarcado en la noción de que existe una necesidad de explotar las condiciones naturales que hacen a la competitividad de la producción latinoamericana. En la voz de la Confederación Andina de Fomento (CAF), una de las grandes entidades involucradas en el diseño y financiamiento de los proyectos IIRSA, “La infraestructura constituye un elemento clave para la integración y el desarrollo socioeconómico de América Latina. La integración permite la superación de las barreras geográficas, el acercamiento de los pueblos y los mercados y la promoción de nuevas oportunidades económicas. La CAF apoya el desarrollo sostenible de infraestructura física de integración y los procesos logísticos asociados; promueve el desarrollo del capital físico, especialmente en transporte, energía y telecomunicaciones; y apoya otras dimensiones de los procesos de integración, tales como la fronteriza, cultural, social y ambiental” (CAF, 2008: 5, el remarcado es nuestro). Tanto IIRSA en su presentación oficial (2000) como la CAF, en tanto entidad financiera y en la actualidad[3], presentan los mismos objetivos sociales. A confesión de partes, relevo de pruebas.
El justificativo teórico de IIRSA tiene su basamento en la teoría de las ventajas comparativas por la división del trabajo mundial. El planteo es que existen áreas vacantes de negocios arraigados en éstas ventajas comparativas que permanecen inexplotadas, por carecer de estructura suficiente como para hacer éstos negocios redituables. Existen barreras geográficas que impiden la explotación de éstos recursos. De allí que la integración “sinérgica” permitiría superar estos obstáculos, que son tanto geográficos como sociales. Los obstáculos geográficos de mayor importancia son la Selva Amazónica y la Cordillera de los Andes. Los obstáculos sociales, entendemos, son las resistencias a los proyectos por parte de las poblaciones afectadas, sean campesinos, pueblos originarios o las clases oprimidas urbanas, y la necesidad de entrenar técnicos, fuerza de trabajo “calificada” para llevar adelante las tareas de asesoramiento, implementación y técnica, es decir, el trabajo manual.
El lanzamiento de IIRSA cobra lugar en la Reunión de Presidentes de América del Sur, realizada en la capital de Brasil, en agosto de 2000. Es un elaborado documento presentado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la Confederación Andina de Fomento (CAF), en el que se esbozan las líneas generales del proyecto. Es lanzado ante la plétora de gobiernos neoliberales, fuertemente encolumnados detrás de los Salmos del Consenso de Washington y las enseñanzas del FMI[4].
De 2000 a 2004 se da un trabajo de investigación, creación y agrupamiento de los proyectos en ejes, justificación teórica de la iniciativa, vinculación de ministros y autoridades en encuentros de distinto tipo –en los cuales participan los técnicos y asesores de las entidades financieras involucradas-. En otras palabras, estos años son la cocina del proyecto que llevaba ya tiempo de elaboración mucho antes de su presentación oficial. Los discursos presidenciales y el de los presidentes de la CAF y el BID al momento del lanzamiento de IIRSA no dejan lugar a duda de que se trata de un emprendimiento que significó un largo proceso de estudio y formación sobre las condiciones políticas y técnicas para su realización. La nueva tarea de integrar comercialmente la región, se muestra como una continuación de los logros alcanzados por los países latinoamericanos en materia de apertura comercial y liberalización del mercado. En esto, los informes del BID son implacables: una vez que se han adaptado las medidas recomendadas por el FMI y el Banco Mundial, es momento de profundizar el proyecto instaurado. La justificación de IIRSA es netamente neoliberal. Tomemos el discurso del presidente del BID, según el cual las bases para la integración regional están ya asentadas y las democracias se han vuelto canales viables para realizar las necesidades del capital:
“El proceso de reforma de las estructuras económicas en los países de América Latina y el Caribe, que el Banco viene apoyando activamente, ha hecho que nuestras economías sean más receptivas a la integración regional, a partir de condiciones macroeconómicas más estables, la apertura unilateral de nuestras economías, la reducción de la intervención directa estatal en los mercados y un ambiente más favorable a la iniciativa privada. La democracia y la paz en nuestras fronteras también han contribuido enormemente a mejorar las condiciones para la integración y la cooperación regionales. Puede asegurarse que el proceso de integración regional ha complementado y reforzado el proceso de reforma estructural y de hecho forma parte integral de este proceso.” (Enrique Iglesias, BID, 2000)
Eventualmente, está lectura encontrará una suerte de “revisión”, que no cuestiona la continuidad entre las reformas estructurales de la década del noventa y el proyecto IIRSA. La justificación, sin embargo, cambia en la medida en que se incorpora la idea de que la tan mentada equidad social[5], no ha llegado aún, y que para llegar a ella se debe profundizar la integración en el marco desarrollado en aquellos años:
“En efecto, el fracaso relativo verificado en la región en relación a la consolidación de su desarrollo económico con equidad social a partir de las reformas de los años 90 ha permitido avanzar en la percepción de que su desarrollo sustentable requiere como condición necesaria la adopción de políticas de integración progresivas que permitan articular las ventajas comparativas y competitivas de nuestros países de manera de poder insertarse estratégicamente en el comercio internacional” (Libro IIRSA, 2004:3).
Las primeras implementaciones de proyectos enmarcados en IIRSA tienen por contexto el cambio discursivo de paradigma de la mayoría de los mandatarios latinoamericanos, que va desde el neoliberalismo a una suerte de “progresismo”, para el cual la mayoría de la academia no ha encontrado aún un mejor término que “pos neoliberalismo” (todos enclavados en un discurso sobre el rol extractivista de las economías latinoamericanas, tanto Venezuela como Bolivia basan sustentan sus economías en la extracción de gas y petróleo, Argentina y Brasil en la producción del monocultivo de soja y la agregación de valor agregado a la misma, y otros productos, pero como tradicionalmente ambas economías poseyeron una estructura diversificada, presenta ciertas diferencias con el resto de las economías latinoamericanas, tanto Chile como Perú, logran su sustento en la minería a gran escala y en la explotación de ciertos nichos productivos). Creemos que este viraje discursivo explica la “adaptación” de las explicaciones del BID sobre la necesidad de implementar esta enorme reforma geopolítica a nivel internacional. El discurso de los gobiernos es indudablemente, algo distinto, por lo que el discurso de sus financiadores es también, algo distinto. No podemos dejar de notar, de cualquier modo, que los mismos gobiernos que dicen estar contra la ideología que signó el destino de todas estas naciones durante las últimas tres décadas, no critican el modelo extractivista que éste sustenta. No existe contradicción para éstos gobiernos entre la “integración regional basada en el libre comercio” con el “desarrollo nacional basado en la extracción de materias primas”. Desde los atriles los diferentes mandatarios despotrican contra la ideología neoliberal sin por ello criticar el modelo económico heredado -“selección natural” de las empresas competitivas, apertura comercial, expansión del agronegocio en detrimento de los mercancías producidas tradicionalmente, expansión de la minería tóxica a cielo abierto, son solo algunos ejemplos de un modelo extractivista tendiente a perpetuar la colonización económica, cultural y social en estas tierras-. En el caso Argentino la perpetuación de los marcos legales heredados de la época del noventa, traen aparejado la continuidad del modelo económico neoliberal, sólo en otro escenario no muy diferente. Así el IIRSA sigue vigente, más allá de las transformaciones de forma pero no de contenido de los gobiernos latinoamericanos, y es fuertemente refrendado por los mismos. Desde Chávez y Evo Morales, hasta Lula y Bachelet, pasando por Uribe y Alan García, se llevan adelante las iniciativas del IIRSA, en la mayoría de los casos, bajo un completo silencio que llama la atención[6]. Diremos algo sobre esto más adelante.

Argentina: el neoliberalismo, ayer y hoy, mercado interno y “selección natural”

Lo que se dio en llamar el “Rodrigazo” en 1975 fue el comienzo de una serie de planes de “apertura comercial” que significaron una gran cambio en la economía Argentina hasta el día de hoy (Schvarzer, Basualdo, Khavisse; De la Torre, Vitori). La paulatina equiparación de la producción local con la producción internacional es un proceso que se da desde la administración Martínez de Hoz, y se profundiza a lo largo de tres décadas sin cambios significativos. En el caso de las Manufacturas de Origen Industrial (MOI) nacionales con las internacionales, obligó a las industrias a tener que competir –en la generalidad de las ramas- con su maquinaria obsoleta contra una competencia internacional altamente productiva. A medida que el aceleramiento de los flujos de comunicación e información impulsaron una mayor productividad, la industria sufrió una suerte de “selección natural” de empresas altamente competitivas. Algunas, con maquinarias de última generación, y otras, por una mayor explotación de la fuerza de trabajo (o ambos factores simultáneamente), equipararon sus capacidades productivas con aquellas internacionales. El proceso produjo una acentuada concentración y oligopolización de determinadas ramas en manos de grupos económicos (Basualdo, et al: 2003), y su saldo fue la destrucción neta de cadenas de creación de valor a escala local -“simplificación industrial”- y la extranjerización creciente de la industria radicada en el país (Schorr, 2005). Asimismo, involucró la creación de un mecanismo para nacionalizar la mega deuda privada de aquellas empresas que no pudieron absorber el impacto, o se dedicaron a hacer negocios financieros especulativos, gracias a las condiciones propicias generadas durante la dictadura militar (Basualdo, 2003). Durante la década del noventa, sólo la industria automotriz aumentó sus exportaciones al exterior significativamente, lo que fue permitido “por el régimen especial que las protegía del carácter adverso de la política económica” (Schvarzer, D’Onghia, 2008: 3). Otras empresas se vieron obligadas a competir abiertamente por el mercado interno. Estas hicieron de la mayor explotación de la fuerza de trabajo la variable de ajuste competitivo. Las que no tuvieron suficiente capacidad de adaptación a la apertura comercial se vieron enfrentadas a la quiebra y desaparecieron del mapa industrial argentino.
El contexto post devaluación se asienta entonces sobre éste conjunto de empresas que han sobrevivido la “selección natural” del “libre mercado” y mantienen un nivel competitivo, en algunos casos, tanto a escala local como extranjera. La devaluación del año 2002 significó una gran caída del salario real, y por ende, la reducción del costo de la fuerza de trabajo, en un contexto de creciente aumento de la tasa de explotación. Además, al sostener un tipo de cambio favorable para la exportación y que se comporta como una barrera arancelaria para los productos importados, le dio a la industria la posibilidad de aumentar su productividad con mano de obra barata y precarizada. Para ilustrar este punto, podemos ver cómo crecieron las exportaciones de las empresas argentinas hacia Chile en los últimos años (el 18% de las exportaciones se dirigieron hacia Chile durante la última década, incluso más que las exportaciones a toda la Unión Europea). Teniendo en cuenta la economía chilena como un paradigma de economía altamente competitiva, por su grado de apertura comercial[7], queda en claro que una de las transformaciones de la industria sobreviviente radicada en Argentina radicó en su carácter competitivo en el mercado mundial, y en particular el regional.
El nuevo contexto devaluatorio se diferencia del fenómeno que se dio en llamar “Industrialización por sustitución de importaciones” (ISI) típico del gran período 1930-1976 en el desempeño de las exportaciones de MOI, que a diferencia de sus registro histórico, hoy explican cerca del 30% de las exportaciones. En otras palabras, Argentina exporta tanto materia prima y Manufacturas de Origen Agropecuario (MOA) como MOI, al punto que la holgada situación de superávit que vivió el Estado Nacional desde 2003 en adelante difícilmente sería tal si descontamos la participación de éstas últimas en el total exportado (Schvarzer, D’Onghia:2008). Y lo hace basándose en un fuerte sesgo hacia el conglomerado extranjero exportador fuertemente diversificado, que mantiene una parte de sus activos en dólares y funciona como subsidiaria de una casa matriz extranjera.
Históricamente la entrada de capitales extranjeros a mercados locales implica para la empresa involucrada la posibilidad de satisfacer un mercado nuevo a escala, localizando una empresa o fábrica dependiente de una casa matriz, localizada normalmente en el país de origen del capital en cuestión, pero que produce dentro del país receptor. La situación de paulatina entrada del capital extranjero a la economía nacional ha desatado enormes discusiones teóricas, a la vez que ha sido centro de episodios políticos cruciales en la historia argentina. Llegó a ser conceptualizada como la pérdida de soberanía nacional, al “correr” el centro decisional desde el país receptor al país central (C. Furtado: 1968) y hasta ha sido centro de políticas públicas que castigaban al tenedor de acciones de origen extranjero, medida adoptada tanto en países centrales (por ejemplo, EEUU) como en nuestro país. El desarrollo capitalista, modo de producción que funciona a escala global, empuja la contradicción nacional-extranjero, hasta eventualmente romperla[8]. Esto permite que el capital individual que se reproduce a tasas medias se concentre y centralice desarrollándose en mercados nacionales de pequeña escala. El procedimiento típico para maximizar beneficios al producir para un mercado interno reducido, en relación a la capacidad productiva del capital puesto en marcha en los países centrales, consiste en destinar maquinaria obsoleta al país residente, lo que alarga el tiempo de amortización del capital constante que queda fuera de funciones para satisfacer mercados más grandes. Este indudable beneficio de la localización de fábricas para economías de escala tiene sin embargo un límite que lo marca de muerte. Básicamente está sujeto al desarrollo imparable de la capacidad productiva, es decir, el aumento constante de las fuerzas productivas. El mismo desarrollo de las nuevas tecnologías y técnicas logra saltos en la productividad (mayor cantidad de valores de uso con mismo empeño de fuerza de trabajo) que extienden la brecha entre la tecnología puesta en funciones en el mercado central y aquella en mercados “subsidiarios” de escala local. Si el desarrollo de la capacidad productiva es mayor que el crecimiento vegetativo de la población, o la caída del salario real golpea la demanda solvente de éstos mercados locales, entonces la alternativa que le queda al capital individual es expandir la escala para exportar desde el país residente, aprovechando los beneficios históricos que allí encuentra, como las facilidades para la elusión fiscal (“seguridad jurídica”), los seguros de ganancia (“confianza”), y la sobreexplotación de la fuerza de trabajo (“flexibilización laboral”).
IIRSA se inscribe dentro de una doble lógica. Por un lado, aumentar la escala de mercados para el capital transnacional que produce en América Latina y remite sus ganancias a su país de origen. Y por el otro, extraer las materias primas necesarias para la producción industrial en el resto del mundo, es decir, proveer de materias primas (minería, hidrocarburos, productos agrícolas, agua y diferentes organismos de la biodiversidad amazónica) al mercado mundial. En este caso nuestro análisis se centra en la expansión de los mercados regionales para transformar la producción a escala de las industrias trasnacionales, radicadas en América Latina. En los próximos trabajos, nos centraremos en las explotación de las materias primas que se encuentran, muchas de ellas, en lugares de difícil acceso y que la IIRSA convertirá en redituables para el capital, en ese caso centraremos la mirada en el modelo del agronegocio, la minería a cielo abierto, la explotación maderera y pastera, y los hidrocarburos, es decir, nos centraremos en la lógica extractivista que reviste IIRSA, complementaria a la lógica de expansión de las economías de escala para transformar América Latina, en un único y gran mercado para las industrias radicadas en estas tierras. Aquí intentamos no perder de vista, que si bien las industrias extractivistas (minería, agronegocios, pasteras, etc.) son muy significativas al momento de explicar la “geopolítica” del capital, también lo es la comercialización de MOI y MOA, en particular a la región latinoamericana, que conforma crecientemente un mercado interno expandido regionalmente. La situación general latinoamericana de destrucción del poder adquisitivo del salario y de generalización del desempleo elevado, nos sugiere que la misma expansión, que encuentra un “factor exógeno” en el desarrollo de las fuerzas productivas, que obliga a expandir la escala de reproducción normal del capital, se ve complementada por la contracción de los mercados a escala nacional. Es por ésta razón que IIRSA, como un proyecto de expansión del capital, impone también la igualación jurídica y normativa entre países, lo que los periodistas llaman, apologéticamente, “las reglas de juego claras”. El sueño de la Latinoamérica sin fronteras será, en tiempos del bicentenario de la revolución independentista, finalmente alcanzado, sólo que el “sujeto” que no será detenido por ellas no será otro que el capital.

Modo de financiamiento y entidades involucradas. Los Ajedrecistas del BID

En el capitalismo, las inversiones de capital fijo necesarias para garantizar el trasporte de las mercancías y acelerar el proceso de circulación de capital, son clásicamente adaptadas por el Estado Nacional. El mismo se presenta como el representante general de la ciudadanía y guardián de la sociedad como un todo. Inversiones que por sus magnitudes y su carácter improductivo, no son afrontables por un capital individual o un conjunto de capitales, son asumidas por el Estado, justificadas bajo la noción de “desarrollo”, que puede recibir los epítomes de “nacional” o “sustentable”. Esta situación pertenece al capitalismo desde que éste existe como modo de producción, aunque se desarrolla crecientemente a medida que hace lo propio la escala del capital individual. A su vez adopta formas nuevas, pero en esencia permanece como tal.
En el caso del IIRSA se evidencia el mismo procedimiento, en el cual podemos identificar una serie de “actores” beneficiarios de éste mega-proyecto de reforma geopolítica. Cada proyecto individual es diseñado, analizado e impulsado por alguno de los entes financieros involucrados[9]. Estos son básicamente cuatro: el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Confederación Andina de Fomento (CAF), el Fondo Financiero para el Desarrollo de la Cuenca del Plata (FONPLATA), y el Banco Nacional de Desarrollo de Brasil (BNDES), entidad que tienen una participación secundaria en materia de diseño de los proyecto, pero con un rol de importante financista. Cada una de estas firmas realiza préstamos a los Estados Nacionales con el objetivo de que estos emprendan alguno o varios de los proyectos IIRSA. El Estado Nacional, en su función de garante de las inversiones de capital fijo necesarias para la circulación de mercancías, siempre asume el costo de la obra, con la particularidad de que en el caso de los Estados latinoamericanos, esto implica asumir un costo extra por endeudamiento, sin el cual las obras no podían ser encaradas sino muy limitadamente. El IIRSA existe entonces como una alternativa segura de inversión para las grandes masas de capital financiero disponibles, que son la punta de flecha de la crisis internacional, por necesitar ser puestas en funcionamiento a riesgo de dejar de funcionar como capital, de volverse dinero con función de capital, pero “en barbecho” (Marx:2006). Frente a inversiones de mayor riesgo, los proyectos IIRSA garantizan el compromiso absoluto de los Estados Nacionales, el silencio político necesario para que la reacción ante los efectos, muchas veces nefastos, que tendrán para las poblaciones y ecosistemas locales llegue tarde y de forma aislada, además de seguros de ganancia frente a inversiones que resulten poco redituables. La inversión es triple: existe la firma y la entidad internacional prestamista que financia la realización de los proyectos, la empresa que toma la concesión de la obra, y –eventualmente- la empresa que explota el recurso generado, como por ejemplo, cuando se concesione la administración de rutas internacionales. En otro orden, existe la empresa beneficiaria directa de estas “mejoras” geográficas y jurídicas, que acelera su proceso de circulación, por lo tanto aumentando su capacidad de generar ganancias, explota los nuevos recursos disponibles previamente inexplotables, y expande su capacidad de exportación al mercado interno regional. Finalmente, existen un número de empresas periféricas, sobre las ahora trataremos, entre cuyas tareas se encuentra la formación de técnicos, asesores e intelectuales para amortiguar el impacto social de los proyectos, confiriéndole viabilidad económica a proyectos que son socialmente inviables.

Los “lustradores” de la mesa de ajedrez, sobre técnicos y otros bufones

Viendo las dimensiones de muchos de los proyectos, junto a las necesidades de desarrollar la viabilidad técnica de los mismos, se impone la pregunta acerca de quién proveerá los técnicos necesarios para llevarlos a cabo. Los técnicos del IIRSA son cuadros provistos por los organismos internacionales que financian los proyectos (lo que es obvio, teniendo en cuenta que no van a financiar proyectos que no sean factibles) y por los Estados Nacionales. La relación que se establece entre estos, es una relación de subordinación de los cuadros estatales en función de los cuadros de los organismos financieros, quienes proponen los proyectos, analizando la factibilidad de los mismos y organizando los encuentros y presentaciones a los países involucrados. Estas reuniones bipartitas las realiza un ente coordinador llamado Comité Coordinador Técnico (CCT). Los mismos miembros definen a las tareas del comité como brindar “apoyo técnico y financiero a los países en todos los temas relacionados a IIRSA, actuando como facilitador del proceso, coordinador de las actividades conjuntas y depositario de la memoria institucional de la Iniciativa”[10]. Los Estados Nacionales proveen la burocracia técnica necesaria para el desarrollo acorde a los marcos jurídicos regulatorios de los países. Así el rol que asumen los Estados nacionales es el de mediadores entre los organismos internacionales y las empresas que llevan los proyectos adelante. Las empresas transnacionales, Estados y entes financieros se articulan llevando a cabo el proyecto en diferentes etapas. Entres éstas podemos diferenciar desde consultoras privadas que evalúan los impactos ambientales, constructoras, empresas de servicios, transporte de personal, consultoras que proveen el personal, ONG’S que tienden a lograr una aceptación social de los proyectos, consultoras dedicadas a la responsabilidad social empresaria (RSE), empresas concesionarias, etc. El desmantelamiento de los Estados durante el neoliberalismo no implicó un abandono de su función burocrática-técnica en relación al capital transnacional, sino principalmente la privatización de las empresas que giraban en torno a la égida del Estado.

Conclusión (o sobre lo mucho que nos queda por hacer)

En este trabajo pretendimos dar una imagen general de lo que es IIRSA como proyecto de conjunto para América Latina, que se complementa con otra iniciativa de similares características, pero con eje en El Caribe, de nombre Plan Puebla Panamá. Intentamos, entonces, dar con los aspectos generales que consideramos importantes para entender este nuevo emprendimiento del capitalismo mundial: la reconfiguración geopolítica, que implica la conformación de un mercado interno regional, la profundización de la lógica extractivista y la asunción por parte de los Estados Nacionales de un rol importante en la realización de las reformas que permitirán llevar a buen puerto estos proyectos que, indudablemente, están signando el destino de las naciones latinoamericanas. Tratamos, a su vez, de demostrar la continuidad incuestionada entre estos emprendimientos y las reformas neoliberales de las finales del siglo XX. Este planteo general lo llevamos adelante en detrimento del análisis de caso, y de las consecuencias sociales y ambientales negativas que muchos proyectos involucrados en IIRSA implican. Esta tarea queda para el futuro, tanto como desarrollar el aspecto extractivista y profundizar el análisis de la adaptación táctica que las empresas están haciendo, para brindarle viabilidad social a proyectos que no lo son. Sobre este último tema, no debe dejar de llamarnos la atención las impresionantes inversiones de las grandes empresas en fundaciones de dudosa bondad y la ardua labor de Organizaciones “No Gubernamentales”, por ellas mantenidas, en darles una cara bonita a los responsables del sufrimiento de los pueblos latinoamericanos.
Para cerrar, queremos señalar que lo más curioso y notorio de la cuestión IIRSA gira en torno a la invisibilidad del proyecto. No ha aparecido en grandes diarios, ni recibido informes especiales, ni encontrado el comentario radial de los que de un día para otro aparecen como expertos en el tema caliente del momento. Nuestra hipótesis en torno a esto, es que ha habido un aprendizaje desde el fracaso relativo del ALCA, del que la burguesía trasnacional y sus representantes políticos han sacado la conclusión de que el conocimiento popular de los tratados internaciones, signados por el neoliberalismo, lleva a los pueblos afectados a resistir frente a dichos emprendimientos. El silencio en la academia y en los medios audiovisuales no deja dudas sobre su rol de cómplices de dichos procesos: el silencio siempre tiene sus beneficios. Hace treinta años no hablar significó para muchos vivir, hoy no hablar significa para otros tantos engordar sus fichas en este juego trunco de ajedrecistas mediocres. Alcanza con conocer las dádivas sucias de sangre y tóxico que la minera La Alumbrera otorga a las Universidades Nacionales de Argentina, y sólo nos queda preguntarnos, ¿Quién financiará las investigaciones de temas relevantes y necesarias para el IIRSA? ¿Serán los propios organismos internacionales que lo financian o los Estados Nacionales en su cruzada bastarda contra el neoliberalismo?


Septiembre de 2009
Bibliografía

Schvarzer, Jorge; D'Onghia, Maximiliano, Las exportaciones industriales hacia América Latina. Dinamismo fabril y constitución de un mercado. Centro de Estudios de la Situación y Perspectivas de la Argentina. Buenos Aires: CESPA, julio 2008. 31 p (http://cdi.mecon.gov.ar/doc/cespa/DT16.pdf)

Karl Marx, El Capital, Tomo I y II, Siglo XXI editores, Buenos Aires, 2006.

Celso Furtado, Desarrollo y Subdesarrollo, Eudeba editores, Buenos Aires, 1968.

Raúl Zibechi, IIRSA: La integración a la medida de los mercados, 2006. http://www.odg.cat/documents/enprofunditat/Transnacionals_espanyoles/IIRSA%20ZIBECHI.pdf
Azpiazu, Daniel, Basualdo, Eduardo y Khavisse, Miguel, El nuevo poder económico en la Argentina de los años ochenta. Edición definitiva, 2004, Siglo XXI Editores, Buenos Aires.

Restivo, N. y Dellatorre, R, El Rodrigazo 30 años después. Un ajuste que cambió al país, Ed. Claves para todos, 2006.

Basualdo, Eduardo, Acerca de la naturaleza de la deuda externa y la definición de una estrategia política, UNQui, Buenos Aires, 2003.

Beccaria, Las vicisitudes del mercado laboral argentino luego de las reformas, L. Boletín Informativo Techint, nro. 312, Buenos Aires, mayo-agosto, 2003.

Schorr, Martín, La industria que el neoliberalismo nos legó, Ponencia presentada en las Jornadas “Hacia el Plan Fénix II. En vísperas del segundo centenario”, Facultad de Ciencias Económicas (UBA), Buenos Aires, 2 al 5 de agosto de 2005.

Schorr, Martín, Mitos y realidades del pensamiento neoliberal: la evolución de la industria manufacturera argentina durante la década del noventa, en AA.VV. Más allá del pensamiento único. Hacia una renovación de las ideas económicas en América Latina y el Caribe, CLACSO/UNESCO, 2002.

Fuentes

Discurso presidente del BID año 2000 http://www.caf.com/attach/8/default/DiscursoPresidenteBID.pdf
Libro IIRSA 2004
http://www.iirsa.org/BancoMedios/Documentos%20PDF/lb04_03_seccion_i.pdf
Intal: Un nuevo impulso a la Integración de la Infraestructura Regional en América del Sur
http://www.iadb.org/intal/aplicaciones/uploads/publicaciones/e_INTALITD_IE_2000_infraestructura_bid.pdf
Metodología de evaluación ambiental y social con enfoque estratégico EASE-IIRSA
http://www.iirsa.org/BancoMedios/Documentos%20PDF/ease_baires08_agenda.pdf
CAF sobre IIRSA
http://www.caf.com/attach/8/default/Qu%C3%A9esIIRSA.pdf
Folletos de la CAF y de IIRSA, no disponibles en formato digital.
CITAS

[1]Lo poco familiar del término Suramérica, que proponen los publicistas, técnicos y la think tanks detrás de IIRSA, se explica en que ésta es una noción generada a partir de centros de poder mundial. Si bien teniendo en cuenta que los países involucrados en IIRSA son: Chile, Argentina, Uruguay, Bolivia, Paraguay, Brasil, Ecuador, Perú, Venezuela, Colombia, Suriname y Guyana, optamos por Latinoamérica (a pesar de que la región comprende una cantidad de países mayor) ya que es un concepto que tiene un arraigo histórico. El término Suramérica es una traducción literal y burda del anglo South America.
[2] Según la CAF, el financiamiento provisto por la misma es de 20.499 millones de dólares, un porcentaje cercano al 53% total del IIRSA. (CAF, 2008: 6)
[3] La CAF es fundada en Venezuela durante la década del 70, y sufre un cambio de orientación a mediados de la década del 80, especializándose en préstamos destinados a inversiones de capital fijo asumidas por las naciones socias, que es conceptualizado por la Confederación como “integración regional”. La CAF esta históricamente integrada por una veintena de bancos privados y una conjunto de países Iberoamericanos, con distinta calidad de membrecía.
[4] Los mandatarios presentes en su lanzamiento conforman la siguiente lista: Brasil, Fernando Henrique Cardoso; Argentina, Fernando De la Rúa; Bolivia, Hugo Banzer Suárez; Chile, Ricardo Lagos Escobar; Colombia, Andrés Pastrana Arango; Ecuador, Gustavo Noboa; Guyana, Bharrat Jagdeo; Paraguay, Luis Ángel González Macchi; Perú, Alberto Fujimori; Surinam, Ronald Runaldo Venetiaan; Uruguay, Jorge Batlle Ibáñez; y Venezuela, Hugo Chávez.

[5] Vale recordar en éste punto que existe una diferencia entre Equidad social e Igualdad social, cuando se parlotea sobre la equidad se está hablando de “igualdad de oportunidades en un mercado regido por la competencia y desigualdad de clases”, cuando las organizaciones dicen “igualdad social” están diciendo, igualdad material, que está vinculada a la idea de “igualdad de oportunidades” pero desde la idea de “a cada cual según su necesidad”. Por eso Cuba logra la Igualdad Social a través de una distribución de riquezas y de bienes, este último factor fundamental, para lograr la Igualdad Social.
[6] La presidenta Argentina recibió, el mismo día de su asunción, al presidente de la CAF en la Casa Rosada. En esa oportunidad firmó contratos de préstamos por un total de 560 millones de dólares, volviendo al país socio de Clase A. En los últimos cinco años Argentina recibió 1.300 millones de dólares en préstamos. “El 5 de octubre de 2007, en un acto solemne llevado a cabo en la Casa Rosada, sede de Gobierno de la República Argentina, el presidente de la República, Néstor Kirchner, el Jefe de Gabinete, el Ministro de Economía y Producción, otras altas autoridades del gobierno y el presidente ejecutivo de la CAF, Enrique García, firmaron un convenio mediante el cual Argentina acuerda convertirse en accionista de la Serie A de la CAF”, aplausos en demasía para la complicidad del poder.

[7] “En términos cuantitativos, interesa destacar que Chile es una de las economías más “abiertas” al mundo, con bajas tasas arancelarias, y que se aprovisiona sin dificultades en naciones industriales “maduras” como Japón o Corea del Sur, de modo que la penetración Argentina es un elemento sugerente de una capacidad competitiva que no puede basarse solo en las ventajas (relativas) del costo de transporte” (Schvarzer, D’Onghia, 2008: 7).
[8] Lo que no implica que éste proceso, que desde el punto de vista nacional ha sido llamado “extranjerización” no sea paulatino y signifique años de desarrollo, ni que su desenvolvimiento sea lineal. En rigor, el mismo está sujeto a marchas y contramarchas como toda tendencia capitalista, pero lo que evidencia es un desarrollo hacia la mundialización del capital. Existen visiones exageradas al respecto, con conclusiones políticas tristes y ridículas, y visiones que le quitan entidad al fenómeno. Finalmente, de lo que se trata de la concentración en manos individuales de la capacidad de comando de fuerza de trabajo y medios de producción inherente al capitalismo, que se desarrolla tendencialmente hacia una creciente concentración y centralización de medios de producción bajo el mismo comando (Marx:2006).
[9] Existen proyectos que ya se encontraban en estado de implementación previamente al lanzamiento formal de IIRSA. A esto aludimos en la introducción cuando hacemos referencia a factores “coyunturales” que pueden afectar la realización de tal o cual proyecto. Es el caso, por ejemplo, de la represa de Yacyretá, diseñada durante el primer gobierno peronista.
[10] http://www.iirsa.org/BancoConocimiento/C/comite_de_coordinacion_tecnica_-_nuevo/comite_de_coordinacion_tecnica_-_nuevo.asp?CodIdioma=ESP